Las encuestas son protagonistas en cada campaña electoral. Nos dicen cómo va la carrera hacia el sillón presidencial. Sin embargo, la crisis de confianza también las ha alcanzado y muchos dudan acerca de sus proyecciones. Esta percepción se ve cimentada por varios hechos.
Por un lado, tenemos a políticos como Xavier Barrón, quien en un audio mencionaba que él podía conversar con el gerente de una reconocida empresa para mover algunos puntos a favor de Lourdes Flores, su candidata. Por otro lado, tenemos información que circula en cada campaña con resultados de encuestas bamba que, esas sí, son digitadas a gusto del cliente.
Las encuestas son herramientas que brindan información a los ciudadanos para decidir su voto. Además de la desconfianza hacia ellas, muchas veces la lectura de sus resultados es exagerada. Por ejemplo, en los últimos meses hemos visto una estabilidad de las preferencias ciudadanas, con ligeros cambios.
La última encuesta de Datum, sin embargo, revela algo significativo: César Acuña ha escalado al tercer puesto de las preferencias y desplazado al cuarto lugar a Alan García. Esta lectura tiene que verse en perspectiva. Existe una tendencia al crecimiento de Acuña, pero no sabemos si se mantendrá.
Al recoger un momento de la opinión pública, las encuestas no son instrumentos libres de equivocación. Por su naturaleza, tienen un error estadístico que hace que los resultados no sean exactos sino aproximados, en un intervalo. Así, si un candidato está adelante por poco margen con respecto a otro, esta diferencia puede ser real, pero también ser fruto de una variación aleatoria propia de este tipo de metodologías. Más allá de detalles técnicos, lo importante es que la atención mediática suele enfatizar esos pequeños cambios como reales, cuando pueden ser simplemente frutos del azar. Esperemos la próxima encuesta para confirmar el crecimiento de Acuña y saber si la tendencia continúa al alza. La mejor aproximación es la que se da en el tiempo y no en el momento.
Sabemos que las encuestas influyen sobre los electores, aunque en mayor medida cuando la elección está cerca. En este contexto, los electores estratégicos pueden mirar esta información para cambiar su voto desde un candidato con pocas probabilidades hacia otro con mayores. La interpretación de las encuestas entonces se vuelve crítica.
Se debe tener mucho cuidado con la interpretación de cambios pequeños basados en información obtenida de una foto y no de la tendencia. Por fortuna, en el último tramo de la carrera solemos tener información con mayor frecuencia. Así sabemos cómo se mueven los candidatos semana a semana y podemos registrar cambios reales más certeramente.
Un elemento que juega en contra es el silencio electoral. Con el ánimo de que los electores tengan un período de meditación, se cancela la publicación de encuestas durante la semana previa a la elección. No obstante, estas se siguen realizando y llegan por canales alternativos a la población, pero no a todos en igual medida.
Los más informados y quienes tienen acceso a Internet cuentan con más probabilidades de enterarse de la carrera hasta el tramo final. Aquellos que no, tienen que tomar su decisión en un contexto de mayor incertidumbre, aquel donde la información real y la información bamba se entremezclan y son parte del boca a boca y de los chismes electorales de último minuto.