Acaba de cumplirse un año desde que se promulgó la Ley 30021, Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes. Dos meses después, julio del 2013, debió publicarse el reglamento respectivo. Como van las cosas, parece que quedará para las calendas griegas, aparentemente por la oposición de ciertos anunciantes, industriales y distribuidores, a quienes supuestamente perjudicaría la ley.
De haberse publicado la mencionada norma en su momento, se habrían sentado las bases e implementado medidas para bien de la salud de los menores de 16 años, tal como se desprenden de la ley.
1) El año pasado el gobierno ya habría presupuestado, y el Ministerio de Salud habría puesto en marcha, el Observatorio de Nutrición y de Estudio del Sobrepeso y de Obesidad (artículo 5 de la ley), que recogería datos, a escala nacional, para evaluar los niveles de sobrepeso y obesidad vigentes, y el impacto de las políticas públicas en los niveles de nutrición y salud de los menores.
2) En todas las instituciones, tanto de educación básica regular como de aquellas de la salud, ya se habrían instalado quioscos y comedores con comida saludable (artículo 6).
3) Toda la población y particularmente los padres de familia y los directores de colegios y clínicas estarían enterados de la detallada lista de alimentos saludables que el Ministerio de Salud publicó en el anexo a la Resolución Ministerial 908-2012/Minsa (noviembre del 2012). En él figura una lista de comida sana, en cinco categorías que facilitan el cumplimiento de lo establecido por la ley: cereales; frutas, vegetales y tubérculos; líquidos; lácteos y derivados; y alimentos preparados.
4) Los gobiernos locales ya estarían fomentando la realización de múltiples juegos infantiles en espacios públicos, mientras las instituciones de educación básica estarían promoviendo la práctica de los deportes en una cantidad mínima diaria de horas ajustada a la edad de los infantes (artículo 7), la que rebasa la que se ejercitaba.
5) La publicidad de los medios de comunicación ya se basaría en el principio de veracidad y ya no aceptarían los anuncios que utilicen los tradicionales trucos del márketing que, en algunos casos, distorsionan los patrones de consumo (artículos 8 y 9).
6) En cada producto alimenticio y bebida no alcohólica se estarían consignando los niveles de azúcar, sodio, grasas saturadas y trans que contienen (artículo 10).
¡Qué bueno sería si todo lo antedicho se estaría cumpliendo! Por cierto que para que ello suceda no basta disponer del reglamento. Ya es hora que asuman su responsabilidad los padres de familia y demuestren su liderazgo las Apafas, los directores de colegios y centros de salud, los profesores y las empresas ligadas al sector de alimentos. Cuidar la salud no es algo que pueda seguir postergándose, sabiendo que dos de cada diez sufren sobrepeso y riesgo de obesidad.
Sobre este asunto tan trascendental acaba de publicarse un libro de ensayos de 15 autores que evalúan minuciosamente la ley, comparativamente y en el contexto nacional, así como las causas y propuestas de prevención para evitar los vergonzosamente elevados y crecientes niveles de sobrepeso y obesidad que se observan entre los menores de la nueva generación. Se trata de “Comida chatarra, estado y mercado”, editado por María Matilde Schwalb y Cynthia Sanborn. Lectura obligatoria y urgente para todos.