Al igual que en el célebre cuento de Charles Dickens, a nuestro gobierno Scrooge se le están presentando los tres fantasmas de la Navidad.
El fantasma del pasado le mostró un país que gracias a la combinación de políticas económicas y sociales, que promovían la inversión, el empleo, y mejoraba las condiciones de vida de la población, se había crecido a altas tasas y reducido la pobreza. El pasado se presentaba con óptimas condiciones para seguir en ese camino y profundizar el desarrollo y bienestar del país. Pero nuestro gobierno Scrooge escogió el camino de la confrontación. Con un discurso agresivo, afirmaba que todo lo anterior no servía, que las utilidades de las empresas eran malas, que los gobiernos anteriores no habían hecho bien las cosas y que había que redistribuir y no preocuparse por el crecimiento. Con avaricia y soberbia se dedicó a castigar con impuestos excepcionales y cargas adicionales a la minería, creó nuevos programas sociales asistencialistas, subió sueldos y salarios, y en el ámbito regulatorio creó una maraña de normas y leyes que hicieron más difícil y costoso hacer negocios en el país.
El fantasma del presente le muestra un país en fuerte desaceleración. Lo que inicialmente parecía que funcionaba, terminó fracasando. La inversión minera se contrajo, los programas sociales no sirvieron para reducir la pobreza a la velocidad que requiere el país y la inversión privada y pública, sin mayor causa, reflejan una severa contracción por la desconfianza y falta de gestión que viene mostrando nuestro gobierno Scrooge. En la desesperación se empiezan a tomar medidas, pero sin ninguna brújula o programa de largo plazo. Se cambia las reglas de juego para firmar convenios de estabilidad, lo cual ahuyentará aún más la nueva inversión minera; se promueven normas que suspenden temporalmente las multas excesivas y desproporcionadas; se reduce el drawback a las exportaciones no tradicionales, habiendo dicho que se requiere diversificar las exportaciones. Todo esto mientras despilfarramos el dinero en armamento y nos gastamos 3.500 millones de dólares en una refinería. Pero para nuestro gobierno Scrooge eso no es problema y se soluciona haciendo que todos los peruanos paguemos bastante más por los combustibles.
El fantasma del futuro ya está aquí y nos está mostrando, en lo económico, un país con bajo crecimiento y sin reducción de pobreza. La inversión privada continuará deprimida porque no se sabe si esta reducción del impuesto es permanente o no, porque los costos financieros irán al alza, porque en año preelectoral los funcionarios se demoran un poco más en otorgar permisos y porque siempre existe la posibilidad de un outsider que aparezca al final y gane. Por otro lado, en lo político, nos muestra un gobierno con una gran debilidad producto de una historia de aislamiento, insultos y agresiones a otras fuerzas políticas y a los congresistas de su propia bancada. El Congreso empezará a mandar más, arrinconando al Ejecutivo, y nada bueno salen de las crisis de gobernabilidad.
A diferencia del cuento, nuestro gobierno Scrooge no despertará del sueño y no modificará su comportamiento. Nuestro personaje permanecerá en una pesadilla constante, que todos sufriremos, hasta el 28 de julio del 2016, con los eventos desencadenándose uno detrás de otro conforme las leyes del mercado y de la política se van cumpliendo de manera inexorable.
A pesar del lúgubre escenario del próximo año, las condiciones para enrumbarnos hacia la prosperidad están intactas, solo hemos perdido un poco de tiempo y depende de nosotros mismos llegar al bicentenario como una nación en ruta al Primer Mundo.