Como se conoce, los idus eran fechas para conmemorar y festejar a los dioses en época de la cultura romana. Hasta que en un idus de marzo (44 a.C.) mataron a Julio César y la acepción de la expresión significa el advenimiento de una desgracia. La crisis en la bancada parlamentaria de Gana Perú por la presidencia del Congreso no parece ser devastadora, pero sí contundente.
Los idus de julio nacionalistas revelaron por primera vez el malestar, las inquietudes, protestas y reclamos que hay en este grupo político. A lo largo de la historia republicana hemos visto mini o grandes crisis partidarias, escisiones, revanchas de todo tipo. Pero, si la memoria no falla, no conocemos de la apertura de una causa en el tribunal de honor partidario por opinar sobre el líder del momento.
Militantes varios han despotricado contra lo que ocurre en su partido sin mayores consecuencias, hasta del presidente rajaron a morir, pero no vimos que se iniciara un procedimiento sancionatorio por discrepar, o dar opinión pública sobre un proceso eleccionario interno.
La congresista Esther Saavedra propició con sus señalamientos un revuelo de marca mayor en el nacionalismo. El primero en tres años de monolítico gobierno. Anteriormente se fueron algunos parlamentarios por discrepancias fuertes frente a temas coyunturales aunque una buena parte no eran del núcleo duro del partido, sino más bien invitados.
Lo que evidencian Saavedra y quienes la acompañaron es que el partido que integran carece de mecanismos democráticos para aglutinar a sus militantes. La misma cúpula de siempre que maneja una colectividad sin debate, diálogo y menos votaciones internas.
Al núcleo duro de congresistas nacionalistas nunca les explicaron –ni el ex presidente de la institución ni la presidenta actual ni los comités ejecutivos– el cambio a la hoja de ruta. Esto parece haber creado malestar y una añoranza de las bondades de la gran transformación.
También grafica el fastidio que hay en las bases nacionalistas por la falta de democracia interna. Nadine Heredia asume la conducción del partido sin un debate interno siquiera, menos el ir a las urnas para ser elegida. Se contentó con ser ungida y al tener el manejo –cosa criticada por todos– del aparato de gobierno no pudo ver que la escasa militancia no vio su liderazgo a dedo con buenos ojos.
Cuanto más menuda es la política, más caníbal es. Quienes estuvieron con Esther Saavedra, provincianos la mayoría, para que el candidato a la presidencia del Congreso no fuera el designado por la primera dama, o por lo menos esta escuchara un poquito a quienes no concordaban con ella, hoy la dejaron bastante sola.
Sola y en las ‘fauces’ del estrenado tribunal de honor, del cual un ex presidente del Congreso y destacado nacionalista no recuerda el nombre de sus integrantes. Algo le queda a la levantisca Saavedra; la crítica pública de una actuación drástica del tal tribunal. Si la separan, el problema será más estridente aun. Falta una semana para la elección congresal, varios idus y tensiones partidarias que siempre son un riesgo.