Aunque faltan cuatro años para su inauguración, el mayor enemigo de los Juegos Panamericanos de Lima es el tiempo. Pareciera que estuviera enraizada la idea de que los 1.653 días que distan para el encendido del pebetero son suficientes para que la organización del certamen haga su labor sin problemas. Craso error.
Quienes piensan así olvidan que nuestra burocracia se mueve a la velocidad de una tortuga coja, que para mover un sol se requieren interminables meses de papeleos y trámites inútiles, aderezados por discusiones insufribles, la mayoría por nimiedades y otros absurdos.
Y encima de todo, hay que lidiar con el temor que existe entre algunos funcionarios de poner su firma en alguna orden de gasto, ante la posibilidad de que luego caigan en manos de los fiscalizadores chicha que abundan en el Congreso, en realidad criaturas sedientas de figuretismo y prensa fácil.
Obviamente, apretar el acelerador no significa hacerse de la vista gorda y dejar dineros públicos a expensas de algún pillo, más aun si, como se denunció esta semana, la empresa encargada de elaborar el proyecto de infraestructura del torneo es cercana al prófugo Martín Belaunde Lossio.
Pero se necesita avanzar con rapidez y construir algo fundamental: liderazgo. Sin presidente del Instituto Peruano del Deporte (IPD) desde el año pasado y con el titular del Comité Olímpico Peruano (COP) a punto de irse a su casa, el certamen, el más importante que haya organizado jamás el país, no tiene una cara visible que lo impulse y lo defienda.
Pareciera que se ha olvidado de lo que representa organizar una justa de estas características, no solo desde el punto de vista deportivo, sino por lo que pueda significar para la ciudad.
Además de 6.600 deportistas y 3.000 oficiales (dirigentes, entrenadores y asistentes), los organizadores estiman que Lima recibirá entre 200 mil y 250 mil turistas. Súmenle a ello el aumento poblacional y del parque automotor. Si la infraestructura vial lleva años colapsada, somos incapaces de conectar el Metropolitano con la única línea de metro que funciona y la inseguridad no tiene fin, imaginen el pandemonio que se viene con tantos visitantes encima.
No es broma. Nuestra capital puede ser protagonista de la primera prueba de atletismo suspendida porque el bus con los competidores se quedó atracado entre Javier Prado y Arenales. Peor aún, tener al primer maratonista atropellado por una combi asesina o a una delegación desvalijada por una banda de raqueteros.
El plan inicial, solo en infraestructura deportiva, estimaba una inversión de 720 millones de dólares. La suma resulta ínfima si se tiene en cuenta lo que ha invertido Toronto para los juegos que organizará en julio. Solo para su villa panamericana, según un informe de la revista “Poder”, ha gastado unos 1.000 millones de dólares.
¿Cuánto se necesita para tener un sistema de transporte decente, vías modernizadas y calles tranquilas? ¿El Gobierno y el alcalde de Lima tendrán clara la responsabilidad que tienen encima?