Conozco a Óscar Ugarteche desde que éramos niños y jugábamos en casa de la señora Julia von der Heyden de Irigoyen, abuela de sus primos Fernanda y Felipe Morey Irigoyen, ubicada en Paseo Colón. Ingresó al colegio Carmelitas de San Antonio e integró la primera promoción con su primo Felipe, quien lamentablemente falleció hace unos meses.
Luego le perdí el rastro, pero sí me enteré de que estudió Sociología y viajó a Noruega, donde obtuvo un PhD en Historia y Filosofía otorgado por la Universidad de Bergen. Posteriormente estudió en el Business School de Londres y finalmente se licenció en Finanzas en el Colegio de Administración de Empresas que pertenece a la Universidad de Fordham en Nueva York. Ahora es investigador en la Universidad Autónoma de México, e imparte clases en el posgrado de Economía y Estudios Latinoamericanos en esta importante e histórica universidad.
Al terminar sus estudios regresó a Lima y, junto a otras personas, fundó el MHOL. No sabía qué era el MHOL y, claro, luego me enteré de que se trataba del Movimiento Homosexual de Lima. No era necesario ahondar más, Óscar había optado por su vida sexual, libre y absolutamente convencido de dicha opción. El MHOL es un movimiento de afirmación y defensa de los homosexuales, que fueron y siguen siendo discriminados por los prejuicios contra ellos.
Nos volvimos a encontrar en los años noventa en que tuve la oportunidad de compartir con él en el Foro Democrático, un movimiento ciudadano creado para enfrentar la dictadura corrupta de Fujimori y recuperar la democracia. A partir del 2008, cuando asumí la dirección de este Diario, lo invité para que escribiera sobre temas de su especialidad a través de una columna en la sección económica. Él aceptó con gusto y su columna tuvo mucho éxito entre los lectores de esa sección.
Los ilustrados franceses como Rousseau y Voltaire llamaron prejuicios a las creencias preconcebidas sin ningún fundamento y comprobación científica. Estos prejuicios se instalan como si fueran verdades absolutas e incuestionables. Los avances en la historia de la humanidad y el progreso de las sociedades dependen mucho de las luchas de los seres humanos por su liberación de los prejuicios, cuya máxima expresión es la discriminación y exclusión del otro, de los otros, a los que se les considera “diferentes” porque no encajan en las creencias preconcebidas calificadas como verdades universales.
Precisamente sobre ese tema acaba de reflexionar el doctor Elmer Huerta en un artículo en este Diario en donde informa que “un reciente estudio publicado en la revista ‘PloS One’ por investigadores de la Universidad de Harvard ha encontrado que en aquellos países con mayor desigualdad de género –es decir, aquellos en los que los hombres y mujeres no tienen las mismas oportunidades– las mujeres desarrollan menor inteligencia cognitiva” (El Comercio, 16 de enero del 2017). Se trata de una prueba absoluta de lo que significa la discriminación y el trato desigual entre las personas.
Óscar Ugarteche se rebeló contra los prejuicios que hay en nuestra sociedad y en otras sobre los homosexuales. Para hacer esto hay que tener mucho coraje moral. Él ha dado un paso decisivo al conseguir que una sentencia, muy bien fundamentada, resuelva que el matrimonio que contrajo con Fidel en México –donde asistí a la ceremonia con mi esposa Ana María y su prima Fechi–, deba ser reconocido por el Reniec, porque como todo ser humano quiere un trato igual.
Es una sentencia histórica que, de ser confirmada en segunda instancia, habrá sentado un precedente a favor de la igualdad en el Perú. Entonces el Perú progresará moralmente porque el reconocimiento del otro es el verdadero amor al prójimo. Bien se pueden aplicar para el caso de Óscar y Fidel las palabras de otro Óscar, mi abuelo, que ingenioso creó el seudónimo de Racso (es decir, Óscar al revés), y como Racso se dedicó a la divulgación científica en El Comercio: “La belleza y el bien palpitan en el fondo de las realidades más sombrías”.