De no mediar sorpresas de última hora, hoy tendrá lugar la esperada cita en Palacio de Gobierno entre el presidente Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori. Se trata de un nuevo desafío luego del “fracaso” (en palabras del cardenal Juan Luis Cipriani, anfitrión de un primer encuentro) que significó su reunión de diciembre último. Para ambos es evidente que, transcurridos casi 12 meses desde que asumieron funciones, la percepción generalizada es que tanto él como ella –desde sus respectivos roles– pudieron hacer más y no lo hicieron. Un período de escaso lucimiento para el Gobierno, pero también para la oposición liderada por Keiko.
Ante ello, creo que hay cinco aspectos que deberían quedar establecidos, si es que ambos aspiran a salvar este primer año a ojos de la opinión pública:Primero, fijar un canal directo, real y sincero de comunicación. Sin “teléfonos malogrados” de por medio. PPK y Keiko no tienen que ser amigos, pero sí adversarios leales en tanto lo que discutan y consigan acordar se cumpla.Segundo, fijar acción efectiva sobre tres o cuatro puntos urgentes de la agenda nacional. Es decir: seguridad, salud pública, reconstrucción y estabilidad económica (mejorando el clima político para acelerar inversiones). Ello debería aterrizar en el día a día de la relación entre Ejecutivo y Congreso, para lo que requerirán de hábiles operadores.Tercero, ratificar un compromiso anticorrupción más efectivo. El Ministerio de Economía debe destinar mayores recursos para fiscales y procuradores, y el Parlamento apostar por una fiscalización eficaz, no inflando escándalos que afectan a toda la clase política –azuzando aquello de “¡Que se vayan todos!”–. En ese sentido, las noticias de un posible entrampamiento del Caso Lava Jato son nada auspiciosas.Cuarto, mayor decisión a nivel Ejecutivo y Legislativo para impulsar la reforma política y la modernización del Poder Judicial. Tomará tiempo, pero es imprescindible comenzar cuanto antes.Y quinto, es evidente que un diálogo sostenible entre ambas fuerzas cancela cualquier posibilidad de un indulto para Alberto Fujimori que no sea el humanitario. Su otorgamiento por consideraciones políticas –así se invoquen “razones de Estado” para justificarlo– será interpretado como un toma y daca entre PPK y Keiko, aun cuando políticamente la liberación del ex presidente no favorezca a esta última.Se trata de una cita que no debe tener traductores, pero sí traducirse en acciones concretas, visibles al ciudadano que espera mucho más de quienes hoy tienen políticamente la sartén por el mango.