La nueva versión en live action de “La Sirenita” tendrá como protagonista a Halle Bailey, una cantante de R&B afroamericana. Al anuncio le siguieron muchísimos comentarios críticos a la elección de una mujer negra para el papel e incluso nació el hashtag #NotMyAriel (#NoMiAriel). ¿Cómo entender estas críticas? ¿Es esto lo que deberíamos estar discutiendo sobre la Sirenita?Antes de entrar al fondo, es necesario apuntar que no queda claro cuántas de estas críticas vienen de perfiles falsos que intentan incitar al odio y cuántas vienen de usuarios reales. Tampoco cuánto es que #NotMyAriel ha sido impulsado irónicamente por quienes usaron el hashtag al expresar su apoyo por Bailey. Más allá del número total que representen, sin embargo, los argumentos contra la nueva protagonista existen y revelan que algunos parecen no ver –o no querer ver– que el debate requiere discutir las implicancias raciales de la elección. Así, se ha dicho que el asunto se reduce a que como la Ariel de hace tres décadas era blanca y pelirroja, la de ahora también tiene que serlo. ¿Acaso no habría quejas si Mulán o Pocahontas fueran interpretadas por una mujer blanca?
Pero no es lo mismo. Las historias de Mulán –una guerrera china– y de Pocahontas –una nativa americana– se anclan precisamente en estos contextos. Mientras que Ariel es, bueno, una sirena… Y el origen mítico danés de la Sirenita, a veces citado en la discusión, no es suficiente para justificar la necesidad de que sea blanca: a diferencia de los casos de Mulán o Pocahontas, sí es posible concebir esta historia en cualquier mar del mundo. De hecho, el cangrejo Sebastián tiene acento caribeño.No sería tampoco lo mismo que Mulán o Pocahontas fuesen interpretadas en una nueva versión por actrices blancas porque ya no necesitamos más protagonistas blancas, necesitamos más princesas que muestren diversidad. Algo que Disney, de hecho, viene haciendo. Y aquí podría entrar en una extensa discusión sobre el asunto, pero por temas de espacio me limito a compartir un comentario que resonará en muchas. La ilustradora peruana Rocío Diestra contó hace unos días que, cuando era niña, su color de piel impidió que sea elegida para interpretar a la Bella Durmiente: “Eligieron a una rubia y a mí me pusieron de Maléfica. Me dio igual pero qué genial sería que eso ahora ya no pase”. La discusión, pues, no es solo narrativa, sino también moral.El debate de la Sirenita ha traído, por lo demás, un tema quizá más complejo: muchos comentarios apuntan a que deberíamos más bien discutir qué significa que Ariel haya estado dispuesta a perder la voz por un hombre. Este tipo de preguntas no son nuevas. Así lo ponía un artículo de “The Washington Post”: “¿Por qué los personajes están tan obsesionados con la apariencia de Blanca Nieves? […] ¿Y por qué la Bella Durmiente no hace nada aparte de estar dormida y esperar el rescate?”. En ese artículo, también se citaba un estudio preliminar que encontró que, a diferencia de las películas clásicas de princesas, “Blanca Nieves”, “La Cenicienta” y “La Bella Durmiente”, “todas las películas de princesas entre 1989-1999 son sorprendentemente dominadas por los hombres” y que, por dar un ejemplo, “los hombres hablan el 71% del tiempo en ‘La Bella y la Bestia’” y “90% del tiempo en ‘Aladino’”. Por supuesto, este tipo de lecturas y cuestionamientos no se aplica solo a películas de Disney, pero adquiere un nuevo matiz cuando aparece en historias destinadas a niños.
¿Dónde nos deja esto? Carina Chocano, estadounidense de padres peruanos, ha tratado este tema en su libro “Haz el papel de chica”, en el que discute de forma crítica la representación en películas y series, y explora también la manera en la que ella enfrenta el contenido consumido por su hija menor. Películas como “Frozen” salen mal paradas en su análisis, a diferencia, por ejemplo, del giro de “La Bella Durmiente”, “Maléfica”. Hace algún tiempo, Chocano le dijo a El Comercio qué aconsejaba a los padres: “Cuestionen todo lo que ven, todo lo que les cuentan. Por lo general, la gente hace cosas para reforzar el statu quo; por eso es mejor siempre preguntarnos por qué pasó algo o por qué hizo tal cosa. Esa curiosidad debemos transmitírsela a los chicos”.