El primer ministro Salvador del Solar ha tenido que responder negativamente a preguntas de la prensa sobre presuntas aspiraciones presidenciales diciendo que, de tenerlas, no habría aceptado el cargo. Y es cierto que un puesto como el que ha asumido es desgastante, más aun en el contexto deplorable en el que se encuentra la política peruana. Pero también es cierto que en medio de la acrimonia, inacción y venalidad que han caracterizado a la política en los últimos años, una persona honesta y valiente podría acometer con éxito tres o cuatro tareas apremiantes y cosechar un enorme respeto y popularidad. Ha hecho bien Del Solar en caracterizar su encargo como un reto enorme y abrumador, y quizás sospeche que Martín Vizcarra, su compañero de Gabinete bajo la presidencia de Pedro Pablo Kuczynski, lo haya escogido por sus dotes de comunicador. Claro está que para brillar como comunicador se requiere tener algo positivo que comunicar y no proclamar como un éxito la solución de tal o cual conflicto que se alcanzó simplemente cediendo a la presión de cualquier pequeño grupo, algo que ya parece ser parte esencial del libreto gubernamental. En ese sentido se equivocan quienes creen que las dotes de buen actor que ostenta el primer ministro le otorguen el mágico poder de convertir claudicaciones en éxitos que sustenten la popularidad del gobierno. Se equivocan también quienes critican su condición de actor. El presidente Ronald Reagan también lo era y a la vez tuvo experiencia previa en la política como gobernador de California, algo que, guardando las distancias, son cualidades que también posee Del Solar.
Dicho todo esto, lo que a mi juicio debe asimilar rápidamente el nuevo jefe del Gabinete es el hecho de estar al frente de un gobierno que en este siglo ha devenido en disfuncional y, por tanto, en uno extremadamente difícil de conducir. El Estado tiene una enorme burocracia que responde, en muchos casos, a incentivos perversos (que premian la inacción y castigan la diligencia) e intereses particulares. Tiene un Congreso en un estado de desbande total. Peor aun, Del Solar en la Presidencia del Consejo de Ministros tendrá que lidiar con autoridades municipales y regionales que se sienten parte de un Estado federal y merecedoras de transferencias de ingentes recursos independientemente de poseer o no las competencias necesarias para desempeñar sus funciones o dirigir la obra pública. El imperio de la ley se ha convertido en una quimera, y la condición de país unitario, tal como se define constitucionalmente al Perú, está, quizás, dañada irreparablemente. Ello explica por qué quien empuña el timón del gobierno descubre rápidamente que las ruedas de la república rara vez se encaminan a donde se las desea conducir.Por lo expuesto creo que las opciones del primer ministro se encuentran por ahora limitadas a conseguir que su equipo trabaje en poner en práctica un plan modesto pero, a la vez, efectivo, circunscrito al logro de pocas pero vitales tareas urgentes. Para ello lo primero que debe controlar es la permanencia o la cesantía de los miembros del Gabinete. El músico que desentone debería ser licenciado por el director de orquesta. Segundo, debe adoptar medidas ejemplares que ayuden a recuperar el principio de legalidad frente a los grupos que crean que cualquier delito quedará impune. Resolver, por ejemplo, el conflicto en Las Bambas practicando el diálogo, pero de mano de la ley, o autorizar la construcción del proyecto Tía María si se han en efecto cumplido todos los requisitos que establecen las leyes correspondientes.
Esto instauraría una sensación de que se empieza a regenerar el menoscabado imperio de la ley. En tercer lugar, debe ordenar a todos los ministros y jefes de entidades del gobierno nacional que estudien con acuciosidad la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (29158) junto con las otras 5 leyes que rigen la descentralización (27783, 27795, 27680, 27867 y 27972). De esta manera los titulares de los entes rectores del proceso de regionalización no podrán, como hasta ahora, abdicar cómodamente de sus obligaciones arriesgando el desmembramiento de la nación. Finalmente, haría bien el primer ministro en convocar a empresas de prestigio y, junto con los ministros y autoridades subnacionales, acelerar todo el proceso de reconstrucción del norte.Quizás después de algunas acciones como las que he descrito y los gestos que un buen actor pueda realizar, se allane finalmente el camino para empezar a explicar, convencer y ejecutar las verdaderas reformas que el Perú requiere con urgencia para mejorar realmente la vida cotidiana de sus habitantes y cimentar el progreso de la nación.