IRMA MONTES PATIÑO
Consultora en conflictos sociales
Los estudiantes y la oposición venezolana han visibilizado la entraña criminal de la “revolución bolivariana”, ese subproducto residual creado en Cuba, y que infecta la región. Tras el asesinato de tres jóvenes en las protestas contra su régimen, Nicolás Maduro –‘hijo’ de Chávez y ‘nieto’ de Fidel– pretende pasar de verdugo a víctima, siguiendo el manual propagandístico cubano.
El tirano Fidel Castro pasó más de medio siglo en el poder vociferando contra el “imperialismo yanqui” y sobre una inminente “invasión gringa”. Siguiendo el mismo guion, Maduro ha anunciado más de una docena de veces golpes de Estado que no ocurren, tilda de “fascistas” a sus opositores y solo son “patriotas” sus seguidores.
Anunció un plan de pacificación y acto seguido ordenó una tremenda represión contra la marcha estudiantil en Caracas, que dejó tres jóvenes asesinados, decenas de heridos y detenidos. En su rol de víctima, Maduro grita hoy más fuerte sobre la inexistente conspiración golpista y descalifica –con gran desconocimiento del término– acusando de fascista a medio país, que más bien lo pinta a él de cuerpo entero. “¡Que se vayan pal’ carajo con su fascismo y nos dejen construir patria!”, dice el heredero del destructor de Venezuela.
El escritor boliviano Juan Claudio Lechín, en “Las máscaras del fascismo”, hace un paralelo entre el trío del fascismo europeo (Mussolini, Hitler, Franco) y sus pares versión latino-tropical-andina. Desenmascara, así, al llamado “socialismo del siglo XXI”, al que compara con simple absolutismo y totalitarismo, como en los casos del dictador cubano Castro –inspirador de Chávez, quien a su vez fue titiritero “idiotológico” de Maduro–, para terminar en el pintoresco boliviano Evo Morales. Lechín muestra un común denominador, un parentesco de sangre abastardada que trasciende fronteras.
En una especie de importación sin aranceles, de un TLC “idiotológico”, se ha inyectado en la región un modelo con el modus operandi de la Europa fascista y nazi. Y se ha generado una pesadilla bananera, confusa e ignorante, fundada en el pseudonacionalismo y el antiliberalismo, con una retórica nauseabunda e irracional que intenta justificar la toma del poder absoluto.
Esos líderes mesiánicos, megalómanos y absolutistas, y por ende neofascistas, se erigen en caudillos creando la dependencia de un líder todopoderoso y “salvador” del pueblo. Un supuestos “redentor” con poder absoluto que utiliza las necesidades y urgencias sociales en beneficio propio y para perpetuarse en el poder: Castro, Chávez, Ortega, Kirchner, Correa, Morales (estos tres, sumados a Castro, han dado su apoyo total a Maduro).
Hoy hay dos Venezuelas, una división generada a punta de inocular odio (el veneno cubano), con discursos bipolares que llaman a la paz, para luego agredir e insultar a todo opositor. A falta de argumentos, Maduro, acusa hasta al ex presidente colombiano Uribe de financiar a los fascistas. Repite cual loro: “Buscan llevar a nuestro país a un golpe de Estado. ¡Alerta al pueblo! ¡Alerta a la Fuerza Armada!”.
Esas tramas conspirativas le sirven para justificar el abuso de la fuerza y de la censura, en una sociedad polarizada, pero indignada por la muerte de los estudiantes Bassil Da Costa y Roberto Redman, y del chavista Juan Montoya.
Señor Maduro, ¿ya se dio cuenta de que el único fascista es usted?