El 2014 ha sido un año agridulce para los peruanos debido a errores del gobierno tanto en materia económica como en el deficiente liderazgo político del presidente Ollanta Humala que ha impedido que se consoliden importantes reformas. Ahora, en un escenario en que los protagonistas son un Parlamento hostil, una bancada resquebrajada y una lista de posibles candidatos para el 2016, solo esperamos que en el 2015 el presidente, en un año preelectoral, no caiga en la tentación del populismo y se comprometa a promover los temas pendientes en la agenda.
Pese a que ha recibido embates por terminar el año con un crecimiento por debajo del 3%, reconocemos que esta administración mantuvo los principios macroeconómicos establecidos en los años noventa. No obstante, el gobierno ha cometido también errores por políticas intervencionistas con resultados contraproducentes. Recordemos el daño que ocasionó al mercado peruano el anuncio de la compra de Repsol o de la millonaria remodelación de la refinería de Talara.
Si bien en los últimos meses se evidenció un compromiso por promover la inversión privada con las APP y obras por impuestos, y se propusieron medidas para reactivar la economía (simplificación administrativa y mejoras en el régimen tributario y laboral, entre otros), estas han llegado más tarde que temprano. Además, pese a que el precio de los minerales ha bajado, la verdadera razón de la desaceleración se debe a que aún hay reformas pendientes, pues tenemos uno de los regímenes laborales más rígidos del mundo, un sistema tributario enredado y una regulación administrativa engorrosa que no permite que se ejecuten los proyectos de inversión.
Asimismo, el manejo político del gobierno ha sido también bastante errático, con consecuencias funestas para el país. El señor Humala no ha podido mantener a su bancada unida (han perdido a cinco congresistas y existe la posibilidad de que se vayan otros más). Esto se debe, principalmente, a que varios parlamentarios han mostrado un claro rechazo al golpe de timón que el presidente dio de la gran transformación hacia una más pragmática hoja de ruta. Muestra de ello ha sido la pérdida de apoyo de la bancada de Gana Perú en reformas como ampliar la participación de privados en empresas públicas eléctricas, flexibilizar el sistema previsional o apoyar al gobierno con la ley laboral juvenil.
Además, las acusaciones de corrupción que apuntan a Palacio han puesto la credibilidad y liderazgo del señor Humala en tela de juicio. En el caso de Óscar López Meneses, la semana pasada se aprobó por mayoría el informe de la comisión investigadora en el cual se señala que el ex asesor presidencial Adrián Villafuerte fue quien ordenó el ilegal resguardo. Asimismo, el sonado caso de Martín Belaunde Lossio ha terminado por resquebrajar la poca credibilidad que mantenía el gobierno.
No olvidemos tampoco el rol predominante de la señora Nadine Heredia en la toma de decisiones, lo cual se evidenció con el cisma ocurrida cuando se promovió a Ana María Solórzano como cabeza del Legislativo. Esto genera dudas acerca de quién lleva las riendas. Finalmente, tomemos en cuenta la incapacidad del presidente para formar consensos por sus reiterados ataques a la oposición, que representa a un número importante de los electores.
El 2015 será un año espinoso para el señor Humala, quien tendrá que hilar fino, pues el calendario político se ha adelantado y esta situación complica la posibilidad de promover reformas de fondo porque los partidos políticos ya mueven sus fichas en busca de votos, tal como lo hicieron cuando algunos retiraron su apoyo al régimen laboral juvenil.
Esperemos, pues, que el gobierno se mantenga firme en cuanto a materia económica y siga impulsando las reformas que necesitamos y no, por ganar unos escaños en el próximo Congreso, caiga en la tentación de subirse al coche del populismo. Aguardemos también que la oposición sea responsable y no opte por caer en el obstruccionismo, pues, a fin de cuentas, de ser así, seremos todos los peruanos los perjudicados.