El caótico tránsito capitalino tiene como una de sus raíces a la caótica burocracia capitalina: las competencias para regularlo se encuentran divididas entre tantas autoridades que es casi imposible que las decisiones sobre el tema sean coherentes y coordinadas. Así, por ley, en este plato tienen metidas sus manos la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), Ositrán, las municipalidades distritales y (teniendo en cuenta que no puede tratarse a Lima y al Callao como espacios viales distintos) también la Municipalidad Provincial del Callao (MPC). Un reciente ejemplo del desorden burocrático que vivimos es que, hace unos días, la MML informó que la avenida Arequipa será utilizada exclusivamente por transporte público. Sorprendentemente, esto no fue coordinado con los municipios distritales afectados. La Municipalidad de Miraflores, de hecho, comunicó que se enteró de esta disposición por la prensa, lo que evidencia una impresionante improvisación de la gestión metropolitana. Esta descoordinación podría generar, además, un tremendo caos vial. En efecto, la Municipalidad de San Isidro señaló anteayer que si se implementase dicha medida colapsarían cerca de 15 calles internas por las que se desviarían los vehículos privados. Otro ejemplo de descoordinación fue la reforma del servicio de taxis. Esta incluyó un proceso de empadronamiento sujeto a un plazo para cumplir los requisitos exigidos por la MML. Cuando el plazo venció, la MPC anunció que quienes no se hubiesen empadronado en Lima podrían hacerlo en el Callao, lo que les permitiría seguir operando en las calles limeñas. Lima cerró una puerta y el Callao abrió una ventana. La historia no terminó ahí. Luego, los taxis empadronados tuvieron un plazo para regularizar su modalidad de servicio. Este venció hace poco y, nuevamente, la MPC anunció que quienes no habían podido cumplir el plazo podrían inscribirse en el Callao. Según la MML, la MPC estaría interfiriendo con su reforma. Según la MPC, la culpa la tiene la MML por no coordinar con ella. Lo que queda claro es que con 100 mil taxis informales no es posible que lo que una mano del Estado haga la otra lo deshaga. Veamos otro caso. Por falta de coordinación entre el Gobierno Central y la MML, los proyectos del Metropolitano II y de la línea 2 del Metro de Lima se superponían en un 95%. Aunque finalmente se decidió dejar de lado el proyecto de la nueva línea del Metropolitano, si los proyectos hubiesen sido coordinados adecuadamente desde un inicio, no se hubiesen perdido años y cuantiosos recursos invertidos en el planeamiento de un megaproyecto que terminó en el olvido. Y como si este problema no hubiese sido lección suficiente, hoy se dice que podría existir una futura superposición entre las líneas del Metro de Lima y los corredores complementarios que implementará la MML. Esto, eventualmente, podría llevar a que se tenga que modificar las rutas de los buses, afectando con ello a los concesionarios. La descoordinación entre las entidades incluso alcanza a la señalización de límites de velocidad. Las municipalidades distritales son las encargadas de colocar las señales en las vías de su jurisdicción, y deben informar sobre ellas y su sustento técnico a la Gerencia de Transporte Urbano de Lima. Esto último, sin embargo, a menudo no ocurre y nadie tiene competencia para sancionar a las comunas que no informen sobre los cambios de señalización, lo que permite que ciertas municipalidades distritales implementen una normativa de tránsito sin sentido. Frente a este panorama se hace evidente la necesidad de crear una autoridad única y autónoma del transporte para Lima y Callao (aprendiendo de las que se han creado en ciudades como Londres, Madrid, París, Santiago, Bogotá y Sao Paulo). A fin de cuentas, no podemos esperar que alguien ordene el tránsito de la capital si ni siquiera existe orden para tomar decisiones sobre el mismo.