En mayo del 2013, mientras anunciaba la inversión de 100 millones de soles para la ejecución de obras de electrificación rural en Huancavelica, el presidente Humala trazó una rápida caricatura de las ineficientes administraciones estatales que lo habían precedido. “El Estado tradicional es un Estado gordo, un Estado panzón que tiene soroche cuando sube el cerro”, dijo. Y luego agregó: “una forma nacionalista de gobernar es un Estado atlético, un Estado que suba al cerro”.
Sus palabras vienen a cuento ahora que las heladas son una vez más un problema agudo en las alturas de nuestro país y nuestras autoridades, una vez más también, muestran incapacidad para enfrentarlo. En lo que va del invierno, miles de animales han muerto, los cultivos han quedado ocultos tras gruesas capas de hielo y las provincias de Sandia, Carabaya y San Antonio de Putina, en Puno, han sido declaradas en emergencia.
Lo más preocupante, sin embargo, son las víctimas mortales por infecciones respiratorias agudas (IRA). Solo en Puno, este año, se han presentado 39.296 casos de IRA y 431 casos de neumonía. Y de este segundo grupo, 15 niños menores de 5 años han muerto debido a la enfermedad pulmonar.
A pesar de su previsibilidad, cada invierno las olas de frío parecen tomar por sorpresa al gobierno. Este año en particular, con el segundo semestre ya iniciado, la ejecución del presupuesto público para la reducción de la vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres alcanza solo el 25,9%.
Según el Plan Multisectorial ante Heladas y Friaje 2015, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) debía cumplir, por ejemplo, con entregar 228 mil kits de abrigo en las localidades de mayor riesgo, y hasta ahora se han entregado únicamente 33 mil, pues los ganadores de la licitación no han cumplido con proveer la diferencia.
El motivo, según el secretario general del MIMP, es que el proceso de licitación se dio muy tarde (en marzo) y el contrato se firmó en mayo (cuando la temperatura empezaba a caer), lo que dejó poco tiempo para coordinar la producción y entrega de los kits. Y así, absurdamente, en la enorme mayoría de casos, las heladas llegaron antes que las medidas de prevención.
Por otro lado, junto a la ejecución de las medidas listadas en el plan multisectorial, se debe entender que las verdaderas soluciones a los problemas derivados de las heladas no se encuentran en ayudas que los alivien a corto plazo: hace falta que el Estado y sus administradores de turno se comprometan con los remedios de fondo, cuya implementación puede requerir un plazo más largo.
En primer lugar, una de las variables clave en esta lucha es fortalecer el acceso y equipamiento en puestos de salud de atención primaria. Con atención médica oportuna se podría prevenir las IRA de forma más efectiva, pero muchas de estas postas se encuentran alejadas de las comunidades y carecen de equipos adecuados.
Asimismo, se deben atender las deficiencias en infraestructura que favorecen el aislamiento de esas comunidades. La carencia de rutas de acceso, servicios de agua y electricidad por redes públicas agudiza severamente el problema que nos ocupa. En Apurímac, por citar un ejemplo, ningún proyecto para mejorar las vías alcanza el 20% de ejecución.
También se deben mejorar los sistemas de cocina a leña que tienen muchos hogares en zonas altoandinas, pues las fogatas, sin la adecuada ventilación dentro del hogar, terminan constituyendo un factor tan dañino para la salud como las heladas en sí mismas. Al respecto, el programa social Cocinas Perú, que pretende dotar de cocinas a gas a hogares ubicados en localidades donde no existe abastecimiento ni presupuesto para costear el combustible, resulta inútil.
No es que este gobierno desconozca, pues, los asuntos que habría que atacar para impedir que las heladas anuales sigan cobrando víctimas mortales en las zonas altas del país. Lo que ocurre es que la administración nacionalista del Estado ha terminado siendo tan panzona y reacia a subir cerros como todas las anteriores.