Este es uno de los vicios más desagradables y difíciles de extirpar, porque está arraigado en lo más hondo de la naturaleza pasional. Raíz con frecuencia de las desdichas domésticas, es enemigo de la alegría: endurece y envilece el cerebro y el corazón. Siempre dispuesto a recibir sin dar nada, pensando y hablando de sí con olvido de los demás, no merece ni el amor ni el respeto de nadie y mucho menos la conquista de un verdadero amigo. Por eso exhortamos a nuestros compatriotas y sobre todo a la juventud a que sea generosa. H.L.M.