Alan García acaba de asegurar que no ha descartado postular en el 2016. En buen cristiano, esto quiere decir que Alan será nuestro próximo presidente. Pues no lo dudemos: mientras utilice su encanto –bailando ese teteo que a todos conquista– y siga escandiendo versos de agropecuaria exquisitez –“vaca huérfana y preñada / de todos abandonada”–, seguirá cosechando votos y ganará cuando se postule.
Hay, sin embargo, una única esperanza. Un hombre discreto que se maneja bien en la sombra de García, no solo porque nació bajo ella sino también bajo la de dos otros arquetipos de la latinoamericanidad (Víctor Raúl Haya de la Torre y Simón Bolívar, esto es). Alan Raúl Simón García, con solo 26 años, ha resuelto el enigma de cómo lograr que los peruanos resistan el hechizo de su propio padre, hasta ahora nuestro único hombre de masas.
“La gente relaciona mucho el partido con la figura de Alan García, pero ¿cómo era antes, con Haya de la Torre? –declaró el delfín en una entrevista en “Asia Sur”–. ‘El día que muera Haya, muere el Partido Aprista’, decían. Murió Haya de la Torre y el Partido Aprista llegó a la presidencia dos veces. Sé que el Apra no va a desaparecer cuando Alan García deje de ser el candidato; se transformará, tendrá otros candidatos... Es lo que siempre pasa”. La respuesta estuvo siempre allí: el único apto para liberarnos finalmente de Alan García siempre fue... Alan García.