Estamos en la víspera del 31 de octubre y una vez más se ha encendido el debate sobre si lo que debiéramos celebrar los peruanos en esa fecha es Halloween o el Día de la Canción Criolla. Si uno lo piensa detenidamente, sin embargo, resulta claro que estamos ante un falso dilema, pues en el fondo ambas festividades están consagradas a lo mismo. Para ilustrar la idea, imaginemos que se decide usted por acudir mañana por la noche a una peña. ¿Qué es lo que escuchará cantar al bardo de turno no bien trasponga la puerta del local? Pues, muy probablemente, aquello de: “Hilda, fuiste tú la que sembraste en mi ser honda desesperación”. O tal vez esos versos inmortales en los que un amante desengañado le espeta a una tal Olga: “Nunca quise yo creer que fueras tan capaz de hacerme a mí sufrir, tu mala canallada con otro igual a ti la tendrás que pagar”. O quizá esa condena inexorable, lanzada contra una mujer anónima –y en esa medida, contra todas– en otro vals de antaño, y que, a la letra, dice: “Sueñas que eres muy hermosa, vives engañada; no tienes corazón, tu amor no vale nada”. ¿Es que acaso puede alguien concebir a brujas peores que las que esas canciones retratan? Dejémonos de cosas, la celebración es una sola.