Una interesante iniciativa oficialista viene pasando desapercibida. Nos referimos al proyecto “Obras por insultos”, lanzado recientemente por Ollanta cuando, luego de decir que el “impresentable” tío de López Meneses forma parte de una “campaña mugrosa”, anunció que “a cada insulto” el gobierno le coloca “una obra” (y al parecer también algunos insultillos, digo, por lo de impresentable y mugroso).
Según ha trascendido, cada injuria generará una obra distinta. Los ajos y cebollas contra parlamentarios oficialistas originarán obras menores, como la colocación de un poste de alumbrado público o quizá algún rompemuelles.
Los puertos y carreteras estarán reservados para injurias más ilustres, como insinuar que Nadine nos gobierna o asociar a la pareja presidencial con sujetos de dudosa reputación. Incluso hay un presupuesto especial para construir cinco aeropuertos y tres centrales hidroeléctricas ante el rosario de improperios antioficialistas que podría generarse si Belaunde, ‘Chocherín’ y otros cocheritas del nacionalismo hablan más de la cuenta.
La iniciativa del gobierno es, pues, sin duda, elogiable. Ya era hora de hacer algo productivo con tanto insulto, y qué mejor que convertir toda esa energía negativa en activos tangibles. Lo más esperanzador es que vienen tiempos electorales, durante los cuales, como se sabe, a nuestros políticos les aflora el francés. Preparémonos entonces para recibir una avalancha de obras públicas.