Un hecho insólito ocurrió esta semana. Los periodistas Rosa María Palacios y Aldo Mariátegui, que rara vez opinan de la misma manera sobre algún tema, dedicaron sus columnas a la misma causa: defender al ministro de Educación, Jaime Saavedra. Como ya se ha dicho hasta el cansancio, el ministro Saavedra, la estrella del gobierno anterior, ese que todos los candidatos a la presidencia ofrecían mantener en su puesto, se convirtió como en la piñata de este Gabinete. Representantes del fujimorismo, secundados por otros grupos opositores, han emprendido una campaña para bajárselo a como dé lugar y con ello detener la famosa reforma universitaria que ha frustrado jugosos negocios.
A Saavedra se lo ha querido involucrar en los presuntos negocios sucios del ex jefe del IPD y se lo ha culpado por la lentitud en el avance de las obras destinadas a albergar los Juegos Panamericanos. Se lo ha hostigado en el Congreso con frases y calificativos impertinentes y ha sido considerado un incompetente por políticos que son incapaces de mostrar un logro concreto. Lo curioso es que, a pesar de este apanado, según la última encuesta de Ipsos, el titular de Educación alcanza una aprobación del 40%, una de las más altas del Gabinete Zavala.
¿Por qué será? ¿Es acaso Jaime Saavedra uno de esos políticos hipnóticos capaz de convencer con cualquier floro a la población? Nada más lejano: Saavedra se ha caracterizado por un discurso técnico, por un estilo donde han primado la sinceridad y la claridad. Pero, sobre todo, y tal vez por eso sigue siendo el ministro engreído de la población, ha sido la primera autoridad frente a la cartera de Educación que logró transmitirles a los millones de padres que mandan a sus hijos al colegio que hay esperanza. Que esa educación que reciben los niños los puede hacer mejores personas. Que un país que se respeta y mira hacia adelante invierte en mejorar las aulas, pagarles mejor a sus maestros, llevar material educativo al último rincón de su país.
¿Ha sido perfecta la gestión de Saavedra? Por supuesto que no. La presunta corrupción en la compra de computadoras que investiga la fiscalía es una prueba de que gestionar un monstruo como el Minedu es una tarea compleja y a veces ingrata. Pero más allá de las críticas que puedan hacérsele, o de las excusas que la oposición encuentre para censurarlo, una cosa debemos tener claro si queremos ser un país con futuro: Jaime Saavedra es un ministro decente, que está a punto de perder el puesto por haberles malogrado el negocio a individuos inescrupulosos capaces de enriquecerse hipotecando el futuro de nuestros jóvenes. Así de grave.