¡Es usted un impresentable! Así le dijo el coleguita Augusto Thorndike al juez Malzon Urbina en marzo y, este mes, la congresista Lourdes Alcorta hizo lo mismo con su homólogo Omar Chehade. En agosto del año pasado, don Hugo Guerra, periodista de esta casa, se había preguntado: “¿Cómo es posible que tengamos un presidente del Congreso que es, literalmente, impresentable?” –refiriéndose a la designación del señor Freddy Otárola en tan encumbrado cargo. “Me han dicho impresentable. Ya, se los concedo, lo soy. ¿Y?”–nos interpeló, un año atrás, el desafiante revocador Marco Tulio Gutiérrez- “¿Qué tiene que ver eso? ¡Nosotros podemos ser impresentables!¿Acaso la gente va a votar por nosotros?”. Siempre me pareció que la dichosa palabrita tenía un tufillo clasista y discriminatorio. Que la usaría alguna señorona de alto copete para referirse a alguien que no está “a su altura”. A alguien que, de ninguna manera, podría ser presentado en sociedad: ¡Aj, hija! ¡Impresentable! O alguna niña bien para ningunear a un pretendiente pobretón que no se atrevería a presentarle a su familia. Pero resulta que, según la Real Academia Española, la palabra impresentable significa: “Que no es digno de presentarse o de ser presentado” y tiene sinónimostales como:indigno, indecoroso, inaceptable, vil, desastrado, ruin, sucio, desharrapado. Eso quiere decir que la impresentabilidad es tanto moral como física. Se puede ser impresentable por dentro y también por fuera.
“Como te ven, te tratan” -decían las abuelas. Pero también decían que “no hay que juzgar un libro por su cubierta.” Y ambas cosas son verdad. Llámenme prejuicioso pero yo siempre desconfiaréde los políticos con mal aliento, de los políticos con caspa y seborrea, de los políticos con las solapas del terno lustroso y los zapatos sin lustrar, de los políticos que te saludan obligándote a estrechar unamano fofa y mojada como un estropajo. No podría votar por ese señor que va a trabajar al congreso todo mantecoso, siempre con la misma casaca plástica de buzo encima de alguna camisetita pringosa. Detesto tener que contarlo pero hay políticos hasta con pezuña y sobaquina. Pero la mugre de afuera, aunque ofensiva, siempre será menos repugnante que la de adentro. Los impresentables entonces, son, en realidad, aquellos que aprecian lo despreciable. Aquellos que, sin sonrojarse siquiera, enarbolan banderas que son estropajos, ideas con caspa y seborrea, principios con mal aliento, valores con pezuña y sobaquina. Sabrán perdonar tanta metáfora antihigiénica pero es que hay políticos que –francamente- cuando opinan, se tiran pedos en la cara de la gente. Todos esos que incitan al odio y al miedo, que utilizan a los niños como escudos humanos para justificar absolutamente cualquier imbecilidad. Todos esos que azuzan en la gente las pulsiones más primitivas: el patrioterismo, la prepotencia, el machismo, la intolerancia, la pacatería. Dice el Premio Príncipe de Asturias 2014-nuestro querido Quino- que el presente es impresentable. Y vaya que en este Perú lo es cada vez más. ¿Cuál de nuestros políticos es su favorito en este rubro? Tengo varios nombres en la punta de la lengua. A ver, preséntenme a un impresentable.