Y los congresistas, ¡también! Pero no confundir este pedido con el irreflexivo “¡Que se vayan todos!”, que encandila a tantos descreídos de la actual clase política. Esta coyuntura crítica invita a que ministros y parlamentarios de todas las tendencias bajen al llano –como hacían en campaña– y caminen entre la gente, oyendo y dándole prioridad a sus demandas, demostrando humildad en una hora en que su oficio está muy venido a menos. Superada la crisis presidencial con la salida de Kuczynski, todavía hay mucho terreno por recorrer: Según Ipsos, en marzo 77% de encuestados a nivel nacional desaprobaba al Congreso y solo 14% lo consideraba positivo para el país. Con un Poder Ejecutivo en reconstrucción y un Parlamento muy dividido, ¿cómo darle estabilidad a las decisiones que se tomen de aquí al 28 de julio del 2021? Urge una respuesta política.
Y para ello bastará con que se pongan a trabajar en los temas que realmente interesan a la gente. Se trata de hacer un esfuerzo de supervivencia cuando todavía se está a tiempo. De no ser así, en tres años tendremos un nuevo ‘outsider’, un candidato antisistema capaz de tirar por la borda lo avanzado (insuficiente, sí, pero favorable en la lucha contra la pobreza cuando menos) en los últimos años. El Gabinete liderado por César Villanueva parece entenderlo. ¿Lo hará el Congreso?
Estuvieron entre los más criticados del nuevo equipo ministerial, pero han tenido las respuestas más políticas en lo que va de esta primera semana de la era Vizcarra: los titulares del Midis (Liliana La Rosa) y Justicia (Salvador Heresi), en puestos claves y de gran repercusión mediática. Sacudidos por las críticas, ambos evitaron la confrontación retórica y exhibieron planes e ideas orientadas a apaciguar los ánimos. Fue un buen punto de partida, ahora toca aterrizar propósitos. Y si Villanueva persevera en las vigas maestras de la gestión que ha venido adelantando, no tendría por qué no tener éxito. El jefe del Gabinete se comprometió además, en entrevista publicada el sábado por este Diario, a sincerar una reforma tributaria, darle mayor peso a la educación –en recursos económicos y políticos–, así como mejorar la atención de los servicios de salud de los más pobres, sin abandonar la responsabilidad del Estado en la promoción y supervisión de las actividades extractivas, sobre todo mineras, que son un tema pendiente: “Tiene que haber una relación de socios estratégicos entre los inversores, el Estado y las comunidades”, adelantó.
Así, veo compromiso en el Ejecutivo. Pero es el Congreso quien debe iniciar su propio camino para limpiar sus impurezas. El caso de Yesenia Ponce (FP) se revela peor cada día, y no es el único. De no suceder esto, su actual divorcio con la población podría ser irreversible. Aún está a tiempo.