Pedro Pablo Kuczynski tenía que hablar y habló. El martes pasado dijimos en esta columna que no había más tiempo que perder y que PPK necesitaba transparentar, cuanto antes, cualquier vínculo pasado con Odebrecht y otras empresas relacionadas con el escándalo Lava Jato en el Perú. La oposición –principalmente fujimorista– había detectado una zona gris en las versiones del mandatario, lo que volvía insostenible su silencio. Finalmente, el presidente reconoció el sábado en RPP que años atrás había brindado su asesoría financiera al proyecto H2Olmos, liderado por Odebrecht, a través de la empresa First Capital. Debía ser sincero, no había más tiempo que perder y el presidente habló.
Sin embargo, las reacciones evidencian que hoy tampoco queda más tiempo que perder. El nuevo objetivo: salvar su presidencia.
La temperatura política aumenta día a día con tanta virulencia como en los peores momentos de la última campaña presidencial, por lo que aquello que está en juego se aproxima peligrosamente a ese punto en que los políticos se preguntan si vale la pena mantener la situación –PPK en la presidencia, el fujimorismo controlando el Congreso– o es mejor una fuga hacia adelante... Semanas atrás solo los alarmistas anticipaban el riesgo de una vacancia presidencial con adelanto de elecciones: la debilidad política del Gobierno no admitiría un escenario en el que los vicepresidentes reemplacen al mandatario, sino una crisis total con comicios adelantados.
Y si bien no existen razones legales ni políticas para optar por esa vía, la situación podría cambiar en semanas o meses. Por eso es importante que el presidente y sus principales colaboradores diseñen un plan de acción para mantenerse en el cargo para el que fueron elegidos. PPK erró en demorar tanto una explicación que se caía de madura. Es esencial que el mandatario conserve su autoridad y la clave de ello está en el poder de su palabra y acciones de gestión, pues carece de una mayoría en el Congreso y su respaldo popular (27% a nivel nacional, según Ipsos) cae mes a mes. Asimismo, vemos cómo en los últimos días el fujimorismo hace agua al enfrentar públicamente el financiamiento de su campaña electoral del 2011 y la sospecha de que Keiko Fujimori pudo recibir fondos de Odebrecht, tal como el Ministerio Público investiga. Las denuncias y allanamientos de locales partidarios han desatado la furia de Fuerza Popular, lo que podría agudizar pugnas contra quienes consideren sus enemigos políticos, comenzando por el Gobierno.
La situación es crítica para Kuczynski, quien no soportará todo un 2018 con las mismas angustias de este año que termina. Insistir en el diálogo y en fortalecer su imagen política será la única vía.