Después de la crisis entre el Ejecutivo y el Legislativo, los peruanos añorábamos un poco de calma. Pero no, al terremoto político lo han reemplazado una serie de discusiones inverosímiles que dejan en evidencia que no tenemos ningún remedio. A continuación el ránking:1) La misa del Papa: qué mal estaremos para que la visita del que es considerado el hombre más bueno y conciliador del mundo occidental provoque que nos jalemos de las mechas. La discusión sobre si la famosa misa que dará Francisco en Lima debe desarrollarse en la Costa Verde o en algún escenario alternativo raya en lo ridículo. El viceministro del Interior dijo que la Costa Verde no va, porque es un lugar inseguro; el cardenal Juan Luis Cipriani se ofendió; los alcaldes de los distritos involucrados protestaron por haberlos hecho trabajar por las puras; el ministro Grados, encargado de organizar la visita del Sumo Pontífice, pidió prudencia y calma y el presidente del Congreso, Luis Galarreta, metió su cuchara para defender que dos millones de personas se concentren entre el acantilado y el mar. Más allá de quién tenga razón y cómo termine el asunto provoca gritarles a todos: “¡Por qué no se callan!”, agotados estamos de que todo sea una batalla campal.
2) El edificio galleta: ahora andamos todos histéricos porque acabamos de descubrir un edificio en la Abancay, de metro y veinte de ancho, que desafía todas las leyes de la física y la gravedad. Las autoridades anuncian medidas drásticas para su demolición (cuando permitieron que se construyera en sus narices), los reporteros se pasean tratando de abrirse paso en esa estructura de culebra, los dueños del inmueble dicen que por qué se meten con ellos si hay otros edificios peores, y nosotros seguimos la historia preocupadísimos por el desastre que podría causar si se desploma por culpa de un terremoto. Pero algo no encaja: ¿no era que predecir tsunamis y terremotos era un acto de pesimismo? ¿No se supone que la Costa Verde es segura porque no hay forma de que nos ocurra un desastre como ese? ¿Para qué vamos a demoler el edificio galleta entonces? Hagámoslo mejor un monumento a nuestra incoherencia.
3) Keiko llegó última. De todas las derrotas que ha tenido que sufrir la señora Fujimori, llegar casi última en la competencia de Ironman es de lejos la más honrosa. Nadar casi dos kilómetros, pedalear 90 km y correr 21 km son una hazaña que la mayoría no nos atreveríamos siquiera a intentar. Keiko puede ser un personaje polémico, puede tener furiosos detractores por su posición política, pero de ahí a criticarla por el puesto en el que llegó en una prueba tan dura es casi tan ridículo y fuera de lugar como pensar que Vargas Llosa raja de Alberto Fujimori porque le tiene envidia. Ya, pues, un poco más de seriedad.