La semana pasada propuse rediseñar las circunscripciones electorales para la elección de parlamentarios. Los nuevos distritos –sugiero– deben erigirse sobre clústeres económicos para representar mejor la dinámica social del país. Esta propuesta, en combinación con el establecimiento de distritos binominales, favorecería la confección de listas de candidatos al Congreso (cerradas o abiertas) y la necesaria paridad de género; dos nudos del debate sobre la reforma política.
En vez de tener 26 distritos electorales (uno por cada región, más Lima provincias), podríamos tener muchos más (manteniendo el número de congresistas alrededor de 130) para acercar al electorado a sus representantes. Propuse dos tipos de distritos según niveles: los “micro” expresan dinámicas al interior de regiones y los “macro” las dinámicas transregionales. Los primeros podrían ser uninominales o binominales (dependiendo del tamaño de la población) y los segundos binominales. Los ciudadanos continuaríamos votando por (dos) congresistas de una sola cámara; la diferencia es que dichos congresistas encarnarán dinámicas microrregionales y macrorregionales. El predominio de distritos binominales –en el esquema que propongo– se justifica en sus efectos positivos para el sistema de representación peruano: acercan los legisladores a sus electores, reducen el número de partidos, etc.; pero sobre todo facilitan la confección de listas de candidatos al Congreso.
En primer lugar, los partidos políticos tendrían que presentar dos candidatos por distrito, lo que simplifica el orden de las preferencias. También cobra sentido dejar a criterio del partido si presenta sus candidatos en listas abiertas o cerradas. De optar por listas abiertas, el elector podrá seleccionar el símbolo de su preferencia y marcar el número 1, el 2 o ambos. De optar por listas cerradas, al elector le bastará con seleccionar el símbolo partidario. (En este caso no habrá casillas en blanco para colocar números preferenciales). Las diferencias son menores entre ambas opciones, pero el mantenimiento (optativo) del voto preferencial permite preservar los incentivos para que candidatos al Parlamento dispongan recursos para las campañas electorales de sus partidos.
En segundo lugar, los distritos electorales binominales favorecerán satisfacer la demanda de paridad de género. Nos olvidamos de exigencias espurias (alternancia) y de trampas a las leyes de cuotas (colocar a mujeres en los últimos puestos de listas extensas). Aun en el caso de que el partido imponga una lista cerrada, el “peor escenario” es que la candidata mujer ocupe el segundo orden.
En caso de distritos uninominales (donde solo se elige a un único representante), los partidos deberán presentar obligatoriamente dos candidatos en listas abiertas; es la única manera de asegurar la equidad de género en la oferta partidaria. Si de revolución institucional se trata, esta propuesta permite igual número de candidatos por sexo por primera vez en nuestra historia.
Con nuevas circunscripciones electorales en las que predomine el sistema binominal, con la convivencia de listas abiertas y cerradas, y con paridad de género, tendríamos un sistema de representación a la altura de las exigencias de un país moderno.