Como cualquier otro investigado, Alan García tiene todo el derecho de escoger la estrategia de defensa que mejor le parezca. Hasta puede alegar una “persecución política” si con ello piensa que obtendrá apoyo popular y, sobre todo, el asilo diplomático que hoy pretende en Uruguay. Sin embargo, otra cosa muy distinta es que la mayoría de peruanos le crea.Hay quienes consideran que el ex presidente se mueve en un ajedrez político descolocando al gobierno de Martín Vizcarra y que ello reforzará su vigencia política. No lo veo así. García quiere evitar a toda costa la imagen con la que sus detractores han soñado por casi tres décadas: esposado y con chaleco de “detenido”, como ya sucedió con Keiko Fujimori y probablemente ocurra con otros líderes políticos. García evaluó cómo venía la investigación que le sigue el fiscal José Domingo Pérez por presuntamente haber recibido un pago irregular de Odebrecht luego de brindar una conferencia en Sao Paulo en el 2012, y anticipó que este pediría 36 meses de prisión preventiva en su contra. Y si bien el jefe del equipo de fiscales, Rafael Vela, asegura que eso no habría sucedido, García evitó cualquier riesgo. Es muy probable que obtenga el asilo, pero creo que lo perjudicará irremediablemente ante la gente.Primero, porque la pluralidad de instancias en el Poder Judicial viene demostrando que si se produjera un exceso (que los hay, seguro) existe cómo corregirlo. Ocurrió con Ollanta Humala y Nadine Heredia, a quienes el Tribunal Constitucional concedió un hábeas corpus –y liberó de la cárcel– en abril. Y con Keiko cuando una Sala Penal anuló su detención preliminar dictada por el juez Concepción Carhuancho en octubre. Ahora su defensa prepara la apelación a la carcelería preventiva por 36 meses que recibió posteriormente. Y en segundo lugar, porque la “persecución política” que García y compañía alegan no la denuncia ninguna institución, colegio profesional, personalidad o agencia de noticias independiente. ¡Menos una movilización ciudadana sin consigna proselitista!Es decir, Alan García carece del argumento central que convenza a la opinión pública peruana acerca de su asilo. Sin embargo, diversos especialistas aseguran que este dependerá de una decisión política, la misma que ya estaría conversada entre García y las autoridades charrúas. Así, el asilo será otorgado y el gobierno de Martín Vizcarra se verá obligado por el Acuerdo de Caracas a entregar el salvoconducto que le permita abandonar el país. Luego de su intento por volver a la presidencia en el 2016 (quinto lugar y apenas superando la valla del 5%) y un 87% de desaprobación, según Ipsos (octubre), García habrá calculado sus costos políticos. Desafió a Vizcarra, sí, pero aun logrando el asilo y partiendo entre palmas apristas, su triunfo será pírrico.
Relacionadas