La semana pasada comentaba que el endurecimiento de la posición fujimorista no es sino la consecuencia lógica de un arrinconamiento que los ha dejado sin nada que perder. Pero eso mismo es lo que ahora puede terminar produciendo Fuerza Popular (FP) y sus aliados en el bando contrario. Veamos: Pedro Olaechea: “Invoco al presidente a rectificar públicamente las expresiones que se escucharon en los audios”. Rosa Bartra (FP): “Si el presidente Vizcarra ha capitulado desde lo de Arequipa y ha admitido públicamente su incapacidad para gobernar […], [que] renuncie”. Olaechea a la Comisión de Venecia: “Precisar si los principios democráticos de separación de poderes y de pesos y contrapesos entre los mismos están siendo observados”.Milagros Salazar (FP): “Las reformas constitucionales no son competencia del Ejecutivo, sino del Congreso. Y si él presenta una cuestión de confianza […] se irá a la cárcel”.Diez abogados constitucionalistas: “Siendo potestad del Congreso aprobar o no una reforma constitucional, y no siendo esta decisión observable por el presidente […] tampoco es procedente hacer cuestión de confianza por estas iniciativas”.
Pedido de renuncia por capitular a gobernar, involucramiento de la comunidad internacional para que se pronuncie sobre una eventual cuestión de confianza, movilización de abogados constitucionalistas para que cuestionen dicha cuestión de confianza, y por último, amenaza a Vizcarra y sus ministros con terminar en la cárcel si hacen cuestión de confianza. Es verdad que Vizcarra tiende a ceder en todos los conflictos sociales. Tras Tía María, por ejemplo, mandó a Moquegua (Quellaveco) y Tacna (Candarave) nada menos que a cuatro ministros a instalar nuevas mesas de diálogo; un punto de partida hiperconcesivo que solo puede terminar con capitulaciones que complicarán más al siguiente gobierno. Pero los fujimoristas deben recordar que a Vizcarra no le tiembla el pulso cuando se trata de lidiar con el Congreso. Y si siembran dudas acerca de la constitucionalidad de hacer cuestión de confianza, Vizcarra aún tiene una opción a su alcance: nombrar como nuevo primer ministro a un bonzo que se inmole. Una persona inaceptable para el fujimorismo por su liberalismo social y/o su pasado antifujimorista, a quien el Congreso simplemente no pueda darle su voto de confianza, quedando expedito el camino para un cierre constitucional del Congreso. Es esperable que los fujimoristas y sus aliados estén jugando a atacar a Vizcarra para llegar con una mejor posición negociadora a la mesa, pero es insensato que crean que pueden patear el adelanto de elecciones hasta que el calendario lo haga inviable (Miki Torres ya lo insinuó). Esperemos que Pedro Olaechea tenga la capacidad para plantear opciones de beneficio mutuo para Vizcarra y el fujimorismo, de manera que ambos bandos puedan clamar victorias, aunque sean pírricas. Ahí está la clave de la salida a este arrinconamiento mutuo, en el que somos los ciudadanos quienes estamos perdiendo.