Sería muy gracioso que Julio Guzmán pase a la segunda vuelta y le termine ganando a Keiko Fujimori, como auguran ciertas encuestas. Si ese fuese el escenario, se habría producido una de las ironías más sabrosas de la historia del Perú, en que la heredera genética y política de aquel candidato que en 1990 apareció de la nada y creció como la espuma para colarse en la segunda vuelta sufra en carne propia, 26 años después, idéntica suerte de la de Mario Vargas Llosa, derrotado por Alberto Fujimori.
La irrupción de Julio Guzmán en la escena electoral es la misma que le dio a Alberto Fujimori la posibilidad de ser presidente del Perú. Hoy como ayer, los peruanos se hartaron de la clase política y la mandaron a su casa metiendo a todos en el mismo saco, justos y pecadores por igual. Los llamados a la sensatez, a la seriedad o a la responsabilidad fallaron y la voluntad de cambio y la necesidad de caras nuevas triunfaron por sobre toda consideración.
Vargas Llosa, quien en un inicio representó esa voluntad y que lideraba todas las encuestas con holgura, muy pronto se avejentó con su alianza con los partidos tradicionales y dejó de verse como una alternativa nueva y contestataria.
Keiko Fujimori –que hasta ahora también lidera las encuestas con holgura– no ha necesitado aliarse con nadie para representar el statu quo que fundó su padre hace más de un cuarto de siglo y que no le permite a ella, por más joven que sea, pasar por virgen política (como parece ser el perfil del candidato que el electorado está buscando hoy).
En 1990, la repentina aparición del ‘outsider’ a un mes de la primera vuelta empujó a Vargas Llosa a denunciarlo como un engendro del Apra, el partido de gobierno.
Las pruebas del Fredemo –que así se llamó la coalición de Vargas Llosa con Acción Popular y el Partido Popular Cristiano– fueron que Alberto Fujimori había conducido un programa político de televisión en el canal del Estado durante más de dos años (“Concertando”), lo que confirmaba su relación con Palacio.
Keiko Fujimori es una de las que con más ahínco señala hoy también que Julio Guzmán es un engendro de Ollanta Humala y Nadine Heredia, porque trabajó seis meses como secretario general de la Presidencia del Consejo de Ministros, de donde fue despedido por faltoso.
Fue también en 1990 que el favorito de las encuestas denunció que el gobierno aprista había puesto a disposición de Fujimori todo el aparato del Estado, abandonando así a su candidato oficial, Luis Alva Castro, que ya no era contendor para Vargas Llosa, según las encuestas de entonces.
Veintiséis años después, la heredera de Alberto Fujimori es la principal interesada en denunciar que Ollanta Humala y Nadine Heredia han abandonado a su postulante oficial, Daniel Urresti, por Guzmán. Resulta que hoy como ayer el candidato formal de Palacio no tiene mucho que hacer en la carrera electoral.
Pero la cereza de la ironía aún está por verse. Sería cuando, de pasar Guzmán a la segunda vuelta con Keiko Fujimori, aparezca Mario Vargas Llosa con la ‘Chinita’ Isabel Preysler, bendiciendo el mismo fenómeno del ‘outsider’ que lo derrotó a él en 1990. Después de todo, parece ser que en el Perú, el color de la yuca es lo que menos importa.