Recordaba Porras, citando al cura jesuita José de Acosta, que “entre todas las partes de las Indias, los Reinos del Perú son los que más abundan de metales, especialmente de oro, plata y azogue”. Casi medio siglo después, muchas empresas, comunidades y políticos que se reunieron en Perumin 35 siguen depositando su confianza en el oro, la plata y el mercurio. En el camino también han descubierto cobre, molibdeno, zinc y litio (el ‘trending topic’ de la industria, santo grial de un mundo en transición energética). Solo un detalle no menor: una batería de un automóvil eléctrico necesitará casi tanto cobre como litio.
En recientes años, junto con Perumin, los dirigentes antimineros solían organizar en paralelo la llamada Cumbre de Pueblos Afectados por la Minería. En este 2022 no hubo. Quizá porque las tensiones políticas de estas semanas están centradas en las elecciones regionales y municipales de este domingo. O quizá porque tras la suspensión de Perumin en el 2021 por la pandemia había una urgente necesidad del sector turismo y de todos los servicios que mueve Perumin en Arequipa para ir en búsqueda del tiempo perdido. Y vaya que lo recuperarán. Perumin volverá a Arequipa el 2023, según lo adelantó Abraham Chahuán. Será la primera vez que se haga en años consecutivos.
Pero pocos esperaban que el Ejecutivo emitiera mensajes de estabilidad y garantía a la actividad minera. Los antecedentes invitaban al escepticismo, cuando no a los reproches mutuos. El ministro Kurt Burneo descartó cualquier aumento de tributos mineros –postura distinta a la asumida por uno de sus antecesores, Pedro Francke– y respaldada por la alocución del primer ministro, que quizá fue la más clara: “Sin proyectos de exploración no hay minería en el futuro”, insistió Aníbal Torres, después de pronunciar un discurso que suscitó aplausos de todo el auditorio de Perumin. Quién lo hubiera imaginado. Para nadie es un secreto que tras los conflictos de Tía María y Conga, la exploración e inicio de grandes proyectos de inversión minera ha experimentado una desaceleración. Torres no solo se refería a la explotación de los existentes, sino a la exploración de los futuros.
Raúl Jacobs, CFO de Southern, es optimista. Espera por un futuro desenlace que posibilite Tía María –optimismo que no empata con los ánimos de algunos dirigentes y posibles gobernadores regionales de Arequipa– y coincide con su entusiasmo renovado por Michiquilllay. “Tenemos la oportunidad de aprovechar esta tendencia de transición a una energía limpia, donde la demanda de cobre va a aumentar entre 20% y 30%”, sostiene. Entusiasmo compartido por Claudia Vivanco, gerente de Comunicaciones de Anglo American: “La transformación de las matrices energéticas y de las ciudades se sustenta en el cobre”. Pero ni el litio ni el cobre son demiurgos. Sin el desarrollo sostenible de todas las comunidades será un ciclo de bonanza estéril –uno más– si es que los planes para mejorar la ejecución del presupuesto de recursos generados por la minería fracasan. Son ricas las montañas, pero no tan risueños los tiempos.