Llegó acompañado por sus hijos Ferrán y Alejandro y por su primera esposa, Anna Soler. “He traído a la familia para que me critique y a los amigos para que me hagan la ola“, diría Eduardo Mendoza al pisar la Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid. Un comentario que prefiguró la lúcida reivindicación del humor que articuló su discurso de agradecimiento del premio Cervantes, el galardón más importante de las letras en español.
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“En mis escritos he practicado con reincidencia el género humorístico y estaba convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabilidades. Ya veo que me equivoqué”, expresó el escritor de elegante chaqué y corbata gris. En efecto, Mendoza ya había afirmado que nunca se había imaginado merecedor del premio, generalmente concedido a autores de seria prosa. El humor “ha dado nombres tan ilustres a la literatura española, pero que a menudo y de un modo tácito se considera un género menor”, lamentó. “Yo no lo veo así. Y aunque fuera un género menor, igualmente habría que buscar y reconocer en él la excelencia”, aseveró.
LEYENDO EL QUIJOTEMendoza dedicó buena parte de su discurso a ilustrar el peso en su vida del “Quijote”, desde que en la escuela su lectura fuera “una revelación” para quien era un niño “empeñado en escribir, pero que no sabía ni cómo ni sobre qué”. Aunque seguidor de otros clásicos, dijo que su modelo ha sido la obra sobre las aventuras del Caballero de la Triste Figura de Cervantes, un texto recibido “como un libro cómico”. “Porque, salvando todas las distancias, yo aspiraba a lo mismo que don Alonso Quijano: correr mundo, tener amores imposibles y deshacer entuertos”, dijo. “Algo conseguí de lo primero; en lo segundo me llevé bastantes chascos, y en lugar de deshacer entuertos, causé algunos, más por irreflexión que por mala voluntad”, dijo.
APLAUSO DEL REYPor su parte, el rey Felipe, en su discurso, elogió a Mendoza como un artesano del lenguaje, usado como una herramienta de precisión, ajustada a los diferentes registros idiomáticos de sus personajes para acercar al lector a diversas realidades. “Desde la de los diferentes grupos marginales a la de las clases altas, en diferentes épocas y lugares”, se congratuló.
El jurado del Cervantes, galardón dotado con 125 mil euros (134 mil dólares) premió la obra “llena de sutilezas e ironía” de Mendoza, autor de 15 novelas, dos libros de relatos, ensayos y obras de teatro. Quizás su novela más celebrada sea “La ciudad de los prodigios” (1986), en la cual retrata la evolución de la ciudad de Barcelona entre las exposiciones universales de 1888 y 1929.
EL DISCURSO EN CUATRO FRASES
“Sin la incidencia atropellada de don Quijote, hidalgos, venteros, labriegos, curas y mozas del partido reposarían en la fosa común de la antropología cultural“.
“La novela cuenta las cosas de un modo ameno, aunque no necesariamente fácil: para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar, como los insectos que polinizan sin saber que lo hacen”.
“ Esta es la función de la ficción: no dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística“.
“Recojo este premio con profunda gratitud y alegría, y que seguiré siendo el que siempre he sido: Eduardo Mendoza, de profesión, sus labores”.
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