La noche del último jueves, el Congreso aprobó una modificación a la Ley de Presupuesto del 2016. De ser promulgado, este cambio derogaría el artículo 12 de dicha norma y permitiría a los gobiernos regionales y locales modificar sus presupuestos.
El Ejecutivo no ha perdido tiempo en responder. Una nota de prensa difundida por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) advierte que dicho cambio “podría tener una implicancia fundamental en el respeto al marco constitucional y al manejo de la economía del país”.
Según el MEF, el Congreso “vulnera el artículo 76 de su reglamento” que precisa “que la iniciativa para los proyectos de ley en materia presupuestal corresponde exclusivamente al Poder Ejecutivo”, y que garantiza el balance de poderes en materia macroeconómica, característico de los últimos años.
El gesto del fujimorismo se da mientras el gobierno se encuentra en una activa aproximación a los gobiernos regionales y, en menor medida, a los locales. Por ello, puede ser leído como una reacción ante lo que se percibe la pérdida de espacios de alianza. Pero tanto oficialismo como oposición deberían tener claro que el valor de estos acercamientos es el diálogo que se establece y no la concreción de inciertas alianzas.
Además, como parte de la Ley de Presupuesto del 2017 que se debate actualmente, el propio MEF ha planteado una modificación en el mismo sentido, aunque con salvedades. Por ello, el gesto resulta gesto reiterativo cuando no mezquino.En los noventa, el fujimorismo en el poder lanzó el Fondo de Compensación Municipal (Foncomún). Leído en su momento como un esfuerzo por debilitar las alcaldías provinciales, lideradas en su mayoría por opositores (siendo la Lima del ex alcalde de Lima Alberto Andrade la más importante), los años posteriores lo confirmaron como una decisión acertada. Eran años de recursos económicos menores y espacios limitados de decisión política.
Hoy la situación es distinta. Desde el 2000 existen mayores recursos debido al (hoy menguante) ‘boom’ de los recursos naturales. Además, han existido diversos esfuerzos descentralizadores, con sus luces y sombras. Una sombra, sin duda, ha sido el dispendio de recursos en obras y proyectos de dudosa utilidad. Al afectar los equilibrios establecidos, el cambio del jueves último invita a la preocupación.
Mientras el gobierno lanza una campaña con un ambivalente slogan que da crédito a quienes creen que no se ha hecho nada en los primeros cien días (¡ya empezamos!), valdría la pena usar las mismas palabras y preguntarle al fujimorismo si honrará lo dicho tras la derrota electoral de junio y legislará para implementar su plan de gobierno: ¿ya empezamos?