La desnutrición crónica es una de las enfermedades que más consecuencias negativas tiene sobre la población infantil. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), contribuye a más de un tercio de las muertes de niños y niñas a nivel global y afecta su desarrollo físico e intelectual, tanto a corto y mediano plazo.
En el Perú, este mal ha seguido una tendencia decreciente durante la última década, pasando del 28,5 en el 2007 a 13% en el 2016. Así lo destacó hoy el Banco Mundial durante la presentación de su informe “Dando la talla: El éxito del Perú en la lucha contra la desnutrición crónica”.
La publicación, que describe la estrategia integral abordada por el Estado para frenar el avance de esta enfermedad, destaca la continuidad en las políticas emprendidas en este tema a través de gobiernos sucesivos, así como su inclusión en la agenda pública durante tres elecciones sucesivas (2006,2011 y 2016).
El informe resalta asimismo la inversión en nutrición durante los primeros 1,000 días de vida, que ha llevado a acelerar la reducción del retraso del crecimiento de la población infantil a menos de la mitad en menos de una década.
“Aunque el Perú no ha erradicado totalmente el retraso en el crecimiento de los niños y las niñas, sus avances han sido extraordinarios y permiten extraer enseñanzas para otros países que desean poner fin a este flagelo social y económico” señala.
Diferenciado por zonasSi bien actualmente la tasa de desnutrición crónica en menores de 5 años bordea el 13% en el país, ésta varía de acuerdo a las zonas geográficas, presentando mayores niveles en las regiones que registran más pobreza y donde hay una mayor proporción de población rural.Según cifras de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), los porcentajes más altos se registran en Huancavelica y Cajamarca. En la primera, la desnutrición crónica afecta a casi tres de cada diez niños, mientras que en la segunda alcanza el 26%. Les siguen en la lista regiones ubicadas en la sierra central y la selva, como Ucayali, Pasco, Loreto y Junín, con tasas que fluctúan entre el 20% y 25% de la población infantil.
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