NATALIA MOLINA
Desde hace varios días la tragedia golpea al país. Son ya más de 4 semanas de desastres sucesivos en varios puntos del Perú. Impresiona la magnitud del desastre, pero también impresiona la enormidad de la respuesta.
Los buses son arrastrados por repentinos huaicos en Piura. Las imágenes son registradas en video por reporteros ciudadanos, que captan las desgracias pero también captan la solidaridad. Decenas de testigos arriesgan sus vidas para ayudar a las personas atrapadas dentro de los vehículos a salir. Forman cadenas humanas, se sumergen en la corriente, cargan a los niños, sostienen a los adultos.
#Piura: pasajeros se salvaron así tras vuelco de bus en quebrada https://t.co/wx1W7e5Y2E pic.twitter.com/R0fRUKLgHW— Sociedad El Comercio (@sociedad_ECpe) 24 de febrero de 2017
No tienen que hacerlo, pero lo hacen. Durante los últimos días, un desborde de voluntarios ha invadido las zonas de emergencia. En Carapongo, una de las zonas más afectadas por los huaicos en Lima, varios grupos avanzan decididos por las calle llenas de lodo durante el domingo.
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Teresa tiene 18 años. Llega a Carapongo junto a amigos, vecinos y familiares. No forma parte de ninguna organización. Cuenta que conversó vía Facebook Messenger con amigos y decidieron que tenían que ayudar. Viven a media hora de este sector, en Huaicán, y han llegado en la tolva de una camioneta, cubiertos de polvo, con el fin de brindar ayuda.
Traen agua, víveres, colchas. Recolectaron las donaciones tan solo en su barrio. Teresa no quiere hablar mucho, está ansiosa por llegar a un punto en el que pueda ser útil, se despide rápidamente y le indica al chofer que avance.
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Todos los voluntarios que conversan con este diario están apurados. No están interesados en dar entrevistas, solo quieren ayudar. Un grupo de la Universidad Nacional Agraria La Molina se organiza para que lo que queda del día les permita no solo entregar donativos sino realizar labores de limpieza. Se han separado en tres brigadas: limpieza, alimentos y ropa. Los miembros del Centro Federado de la Universidad les indican a los más de 100 jóvenes –entre alumnos y ex alumnos- que primero deben almorzar y se escuchan quejas entre la multitud. Una voz impaciente afirma “he venido a ayudar no a comer”.
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Jorge es estudiante de Ingeniería Forestal. Acaba de cumplir la mayoría de edad y es la primera vez que realiza labor de voluntariado. Está cansado después de caminar varias cuadras, pero luce emocionado. Va a poder ayudar a sus compatriotas durante un periodo crítico para el país. “Nos han convocado a través de Facebook y decidimos venir a apoyar, hemos traído víveres, todo lo que hemos podido”, dice. Pero primero tendrá que esperar, no es tan sencillo ser voluntario.
Efectivamente, hay un desborde de voluntarios, pero también desorganización y caos, pues, aunque el brote de generosidad es positivo no es apropiadamente canalizado y revela desorden. Los estudiantes de la Agraria han llegado con logística y la guía de personas que conocen el sector, pero algunos otros grupos llegan a ciegas y se pierden entre las autoridades que entregan agua, los policías que tratan de organizar el tránsito y otros emocionados voluntarios.
El chofer de un vehículo cargado de donativos pregunta por direcciones. “Tengo este camión lleno, a quién se lo llevo, díganme”, reclama impaciente pues ya ha estado dando varias vueltas en el sector. Vecinos le indican que “más arriba” se necesita agua. El chofer obedece y se dirige hacia Cajamarquilla Norte.
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En el camino hay voluntarios de iglesias, voluntarios de grupos organizados, reservistas, y voluntarios que van exclusivamente a rescatar animales. Pero la solidaridad no solo se ve en los puntos afectados. Los entusiastas, sobre todo jóvenes, consultan a través de redes sociales dónde se necesita ayuda para organizar y ordenar donativos. El Ministerio del Interior pidió voluntarios y luego anunció que ya no se necesitaba más. En el Coliseo Dibós y en el Jockey Plaza se necesitaba ayuda el sábado pero corre la voz y el domingo al mediodía ya no se acepta a más personas. Se les solicita que esperen el segundo turno.
Celia, Silvia y Laura encuentran espacio en Real Plaza Salaverry, donde con hilo y aguja cosen costales con víveres en un sótano. Daniela, por su parte, cuenta que pasó la mañana de centro de acopio en centro de acopio. Narra que en todos le pidieron que regresara en la tarde, que los cupos estaban copados. “Al menos lo intenté”, expresa, resignada.
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Para aportar, se pasea por bodegas y junta cajas. Las lleva a los centros de acopio donde son necesarias para organizar los donativos. Para contribuir, otros cientos de ciudadanos llevan donativos a puntos de acopio en diferentes puntos de la ciudad.
La felicidad de compartir
Este desborde de voluntad no solo es positivo para los damnificados sino también para la población que siente impotencia frente a tantas desgracias, afirman los especialistas en salud mental.
Las donaciones (de bienes o de tiempo) no solo ayudan a quienes las reciben, sino también a quienes las entregan. Contribuyen a reducir el malestar y a canalizar la frustración de una manera positiva, según explica el médico psiquiatra Carlos Vera Scamarone. “Cualquier persona necesita saber que es importante. Somos un sistema social. Apoya mucho el hecho de saber que uno está ayudando. Beneficia mucho”, expresa.
Coincide el psicoanalista Leopoldo Caravedo. Quien refiere que además de que el país va a necesitar muestras de apoyo, “estas pueden ser una buenísima oportunidad para que la gente canalice todas sus angustias y temores y se sienta valiosa al ayudar a otros compatriotas”.
Mensajes de aliento y esperanza
Consultados sobre los donativos con mensajes positivos -en redes se ha visto latitas pintadas con “todo va a mejorar” “fuerzas”, entre otros-, los especialistas en salud mental coinciden: es un mensaje de esperanza que puede contribuir a mejorar el ánimo de la población.
Para Caravedo, esto aporta a que los damnificados sientan que hay otros compatriotas que están pensando en ellos. Carlos Vera expresa por su parte que los afectados necesitan mantener la fe y la calma, por lo que “una carta escrita o algún mensaje apoya mucho más que algo indirecto o superficial”.
Finalmente, el médico psiquiatra Carlos Bromley señala que los mensajes de esta naturaleza contribuyen a que los damnificados no se sientan solos. “Las latitas no solo valen los soles que cuestan, también representan que otra persona está pensando en los afectados”.
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#UnaSolaFuerza: el perfil psicológico de los peruanos en crisis https://t.co/IpvGuZcVTx (por @namoliv) pic.twitter.com/1emYjD2Qx6— Sociedad El Comercio (@sociedad_ECpe) 20 de marzo de 2017