Asomando la nariz en cualquier suceso histórico, hay un peruano posible. Según describen las crónicas rojas de París de 1888, Louis Frederic Stanislas Linska Mendoza de Castillon, también conocido como Prado, a secas, asomó horrorizado la cabeza entre las dos medialunas de la guillotina, y tuvo que esperar eternos minutos para que el verdugo Deibler alineara sogas y poleas. Cayó la enorme hoja de afeitar, la cabeza saltó, fue recogida y tirada a un cesto.
Los diarios difieren en los detalles mórbidos, pero todos coinciden en que la ejecución fue a las 7:32 a.m. del 28 de diciembre de 1888. Día de tontos y de inocentes. Prado murió jurando su inocencia, pero en el juicio que fue roja comidilla parisina, cavó su tumba con mentiras y fanfarronadas.
Simpático asesinoNi la corte ni la policía ni los cronistas sensacionalistas pudieron determinar su biografía. Por eso, su partida de defunción, publicada en varios diarios, es tan lacónica: “Hijo de desconocido, esposo de desconocido”. Tenía 34 y su más probable nombre de pila era Luis.
Durante el juicio, Prado parecía más preocupado en alimentar su leyenda romántica que en conservar la cabeza. El “London Times” –toda Europa cubría el caso– consigna, siguiendo las pistas que el propio truhán diseminó, que era de vago origen hispano, que viajó desde joven por todo el mundo, que se casó en Londres con una mujer rica que murió y le dejó una fortuna, que luego se casó en Lima con otra ricachona. Sí es creíble que tuviera un hijo, por la insistencia con la que se refirió a él en el juicio y, según los cronistas, durante el trayecto a pie entre su celda de la prisión La Roquette y el cadalso.
Tales cuentos, además de alimentar su patética vanidad de condenado, buscaban persuadir a la opinión pública de que él no era el tipo que corta el cuello a una mujer para robarle su dinero y sus joyas.
Marie Aguetant, una ‘femme galante’ –eufemismo para prostituta– con la que Prado flirteaba, fue vista con él en el teatro Edén. Unas horas después, el 14 de enero de 1886, fue hallada en un charco de sangre. Prado fue detenido y liberado al poco tiempo por falta de pruebas. Meses después, aparecieron testigos que lo denunciaron y volvió al redil.
Uno de los cuentos sobre Prado lo pintaba como uno de los valientes que secuestraron el vapor español Moctezuma, para luchar por la independencia de Cuba. Esta aventura fue liderada por el héroe peruano Leoncio Prado, pero no hay evidencia de que participara Luis.
Víctor Andrés García Belaunde, en “El expediente Prado” (USMP, 2014, pág. 94), explora la posibilidad de que Luis fuera hermano de Leoncio y, por lo tanto, hijo de Mariano Ignacio Prado Ochoa, el presidente que abandonó el Perú durante la Guerra con Chile.
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