A sus 69 años, el dos veces presidente Alan García, uno de los políticos más hábiles del Perú, vive sus horas más difíciles tras fracasar en su intento de conseguir asilo en Uruguay para eludir una investigación de la fiscalía por supuesta corrupción.
Después de 16 días en la embajada uruguaya, donde se refugió alegando sufrir “persecución política”, ahora tiene impedimento judicial para salir del país por 18 meses mientras enfrenta investigaciones de la fiscalía por los sobornos que Odebrecht admitió haber entregado por las obras de la línea 1 del metro de Lima en su segundo mandato (2006-2011).
También será investigado por un cuestionado pago de la constructora por dictar una conferencia en Sao Paulo y por un contrato de concesión de una terminal del puerto del Callao a una compañía holandesa.
El frustrado asilo “políticamente es un desastre para Alan García”, dijo el analista Fernando Tuesta, en alusión a que esta es la primera vez en una carrera política de cuatro décadas, que el líder socialdemócrata está en aprietos judiciales.
Había casi desaparecido de la escena política tras su derrota en las presidenciales de 2016, en las que buscaba un tercer mandato y en las que obtuvo apenas el 5,83% de los votos, hasta que el pedido de asilo puso a García en primer plano nuevamente.
Padre de seis hijos, también tiene un nieto. Estaba residiendo últimamente entre Lima y Madrid, donde vive su actual pareja con su hijo menor.
- Profesión: sobreviviente -A pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno (1985-1990), ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.
En 2006 su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez.
Alan García fue el mal menor, dijo entonces el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa.
Los analistas consideraron que su resurrección política se debió, además, a sus extraordinarias cualidades como candidato, que le permitieron contrarrestar los fantasmas de su primer gobierno y mostrarse como alguien más reposado.
“Sólo Dios y los imbéciles no cambian”, señaló Alan García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.
Su primera gestión había dejado una nación en una profunda crisis económica y moral. Su política económica estuvo marcada por un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de 7.600% en 1990.
Por otro lado, la violencia grupo terrorista Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva.
Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso endilgarle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en nada.
Perseguido tras el autogolpe de Fujimori en 1992, Alan García pidió asilo en Colombia y luego en Francia, regresando a Perú en 2001 cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito.
En su segunda presidencia, de 2006 a 2011, se adaptó a la vigente economía neoliberal de la que había renegado en su primer gobierno y logró borrar los malos recuerdos que dejó.
No obstante, la sombra de la corrupción lo sigue persiguiendo, al igual que entonces.
Según las encuestas, Alan García es el político más impopular de Perú, con un rechazo de 80%, y en los meses que vienen deberá demostrar su habilidad para sobrevivir políticamente.
“Justamente en una situación como ésta, tú debieras ver al ajedrecista que admiras”, dijo el analista Tuesta al Canal N. (Fuente: AFP)