No pudo esperarse unos minutos para confirmar si Valentín Paniagua había muerto antes de anunciarlo; pero se tomó cuatro años para investigar a Mariano Ignacio Prado, el presidente que huyó en 1879 en plena guerra con Chile. Años atrás esto se tenía por leyenda negra de la patria, pero ahora lo enuncio escudado detrás del 1,85 m de ‘Vitocho’ y de su bodoque “El expediente Prado” (USMP, 2014). El congresista fosforito se dio un larguísimo respiro para sustentar su tesis, con documentos encontrados en archivos de Valparaíso, Liverpool y Nueva York, de que Prado quería proteger sus inversiones foráneas y premeditó su fuga con el pretexto de comprar pertrechos bélicos.
¿Cuál es tu teoría de la corrupción peruana?, le pregunto en su despacho del Congreso. “No distinguir entre el interés público y el privado. Hay una anécdota de García Márquez: El alcalde de un pueblo va al barbero. El barbero lo atiende y cuando va a cobrarle, el alcalde dice que paga la municipalidad, porque es ‘la misma vaina’. Esto de la misma vaina ha hecho mucho daño a nuestros pueblos. La caja fuerte del país por mucho tiempo estuvo en Palacio. Era cuestión de abrirla y sacar tres mil libras como hizo Prado, según él, para comprar armas”.
La cara opuesta a la de Prado, encumbrado en la aventura militar y las guerras de caudillos del siglo XIX, según ‘Vitocho’, es la del honesto civilismo republicano. Su abuelo Víctor Andrés Belaunde escribió mucho en esa tradición y llegó con ella a ser presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Su tío Fernando Belaunde fundó Acción Popular (AP) con énfasis en las virtudes cívicas que debían librarnos de golpes de Estado y desfalcos de hacienda. Por todo lo anterior, AP es su partido natural y lo presidió entre el 2004 y el 2009.
FUERA DEL CLUB NACIONALLos escrúpulos empiezan en casa. “Mi padre, Domingo García Rada, era muy recto, tanto que devolvía regalos que le llevaban abogados litigantes. Nunca quiso ser socio del Club Nacional. ‘Todos los abogados de Lima son socios, yo no quiero serlo’, decía. Nos íbamos en el verano a una propiedad familiar en Cerro Azul, para no estar en las playas más sofisticadas, donde había mucho abogado”. ¿Y qué le pareció que sus hijos fueran abogados?, le replico. “Lo que no le gustaban eran los litigantes. Joselo [José Antonio, el ex canciller] no es abogado, estudió Literatura y se hizo diplomático; Domingo es consultor, no litiga. Yo quería ser marino y estudié Derecho por descarte”.
Quería que él invocara a su padre, antes que hacerlo yo para preguntar por su tragedia. Hace 30 años, el 24 de abril de 1985, Sendero Luminoso interceptó el auto de García Rada, entonces presidente del Jurado Nacional de Elecciones. “Falleció su chofer y él quedó tullido algunos años. Tuvo dos balas en la cabeza, perdió la voluntariedad, tuvo una especie de lobotomía. Había que instruirlo, eso era fatal en un intelectual como él”. Siendo víctima del terrorismo, ¿cómo encaraste la Comisión de la Verdad? “La rechazamos. Primero por Belaunde. Trabajé con él en esa época y fui testigo de su preocupación por los derechos humanos. No debieron decir que hubo ‘violación sistemática’ de los DD.HH. A pesar de que Paniagua, secretario general de mi partido, creó la CVR, nunca estuve de acuerdo con ella. Citaron a mi madre [falleció recientemente] y a todos mis hermanos para hablar del atentado contra mi padre, pero nos reunimos y decidimos no ir a la convocatoria. ¿Para qué hacer público todo el dolor que teníamos dentro?”.
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