La controversia continuará. Será tema de debate en facultades de derecho, columnas periodísticas, programas de televisión, grupos de WhatsApp y en cuanto foro podamos imaginarnos. Lo cierto es que el Tribunal Constitucional declaró que la decisión del presidente Martín Vizcarra de disolver el Congreso fue legal y aunque a muchos siga sin gustarle, solo toca acatarla.
Cerrado este capítulo, uno de los más dramáticos de nuestra vida republicana, lo siguiente es mirar hacia adelante, pero sin olvidar lo ocurrido. Al 30 de setiembre del 2019 no se llegó por un capricho, sino por un enfrentamiento irracional, por momentos infantil, propiciado por una mayoría congresal que nunca tendió puentes en favor de un entendimiento que pusiera por delante las necesidades del país.
En menos de dos semanas elegiremos un nuevo Congreso. La paleta es amplia y si bien existen candidatos que han enarbolado las banderas de la mentira y el ridículo, hay también los que a través de propuestas concretas, lejanas al mensaje populistón, han tratado de hacer una campaña limpia que apunte a las necesidades del ciudadano. Tener un Congreso mejor, que no legisle en función de intereses particulares, depende de nosotros.
Por último, terminada esta batalla, es hora de que el Gobierno abandone la medianía en la que navega –al parecer sin mayor desagrado- y recuerde la responsabilidad que tiene entre manos. Es hora de que empiece a gobernar.