[Publicado el 18/02/2017]Su primera aparición en las malas noticias es de lujo, si cabe la expresión. Les cuento la historia: Josef Maiman Rapaport fundó, entre tantas empresas en su vida, Metropolitan Investments Corporation (MIC), dedicada a la asesoría financiera. En el segundo gobierno de Belaunde, el Estado quería recuperar sus bonos de deuda y tercerizó la chamba contratando a MIC.
Durante el gobierno de García, el ministro de Economía Luis Alva Castro renovó la relación. Y el Banco de la Nación soltó alrededor de US$20 millones para que MIC, cuyo gerente era Víctor Joy Way, comprara un millonario paquete de bonos a 34% de su valor nominal. Pero resulta que, según los precios que aparecían en revistas especializadas, esos bonos se cotizaban entre 20% y 26% de su valor. La disparidad fue delatada por el nuevo ministro de Economía Gustavo Saberbein y se originó un pequeño escándalo en el gobierno de García, quien, por otro lado, proclamaba el ‘no pago de deuda’.
En 1988, el Congreso formó una comisión investigadora que concluyó que los precios de las revistas eran ‘referenciales’ y, por lo tanto, no se podía achacar dolo a MIC. Pero hubo informes en minoría que opinaron distinto. En 1993, el Congreso Constituyente formó una nueva comisión, al mando de Álex Kouri. Por ahí desfiló Joy Way, ya convertido en connotado fujimorista. El informe final lo eximió de responsabilidad, pues Maiman, quien se hizo nombrar cónsul del Perú en Tel Aviv desde 1984, aseguró que su gerente no tuvo injerencia en ese caso. Las culpas recayeron en Leonel Figueroa, jefe del Comité de la Deuda Externa, no habido desde 1991.
En 1996, un reportaje televisivo presentó una carta del MIC, firmada por Maiman, en la que este pedía al Swiss Bank transferir US$300 mil a Rómulo León. Entrevistados para un informe de investigación de El Comercio, Maiman dijo que el documento era falso y León achacó la difusión de ese y otros documentos supuestamente incriminatorios a su esposa Cecilia Romero, de quien se estaba separando.
Joy Way se convirtió en primer ministro de Fujimori y fue encarcelado por cargos de corrupción. León estuvo en prisión tras su protagonismo en el escándalo de los ‘petroaudios’, aunque luego fue absuelto. ¿Cómo así Maiman se las arregló para asociar a joyas de distintas eras en una sola operación? La única respuesta posible es que era un aventurero de los negocios internacionales y no desaprovechaba la oportunidad de hacer migas con el poder de turno aquí y en cualquier parte.
—También es peruano—Maiman Rapaport nació en Alemania en 1946 y migró muy joven, con su familia, al Perú. Estudió en el colegio Abraham Lincoln y, gracias al negocio de su padre, dueño de una óptica, pudo costearse una educación en Estados Unidos, primero en Texas, luego en la Universidad de Cornell, en Nueva York. Volvió a Lima por poco tiempo, pues, alrededor de 1971, migró a Israel, donde lo esperaba su padre.
Maiman ha contado, en más de una entrevista, que conoció a Toledo por aquel entonces. Pero ello no cuadra con la biografía de Toledo, pues este retornó a fines de los 70 al Perú. Quizá quería reafirmar la impresión de una vieja amistad, cuando lo más probable es que se hayan conocido a través de Eliane Karp, que estudió en Tel Aviv con su futura esposa Myriam. Alguien que lo conoce desde su juventud limeña me ayuda a completar el cuadro familiar: tuvo tres hijos con Myriam, de la que se separó, para casarse luego con Helit. La pareja vive en Tel Aviv, en el lujoso barrio de Herzliya Pituach; aunque el año pasado pasó meses en París, donde Maiman padeció una complicada operación de trasplante de hígado. Pero volvamos a las aventuras.
—No hay negocio pequeño—No es leyenda que Maiman se enroló en el Mossad, la agencia de espionaje israelí. En uno de los tantos escándalos que el popular Yossi protagonizó en Israel, se reveló que participó en la intriga de audios que costaron el puesto al ministro de Infraestructura Joseph Paritzky. Se enredó en el tema porque tenía intereses en el rubro energético que veía el ministro. Su corporación Merhav manejaba el suministro de gas de Egipto a Israel, pero el boyante negocio se vino abajo con la crisis política que gatilló la Primavera Árabe.
Similares venturas y desventuras le pasaron con la corporación Ampal en EE.UU., con el petróleo de Turkmenistán y con el Canal 10 de Israel. Maiman ha sido varias veces millonario y ha estado varias veces cerca de la quiebra, de modo que no sería insólito que se aventurara a hacer negocios de cobranza ilegal con su amigo presidente. Quizá de eso hablaban cuando Alejandro sacaba cubos de hielo con los dedos y los depositaba con cariño en el vaso de Yossi, en un ampay ocurrido en Brisas del Titicaca.
Esta biografía no desentona con la hipótesis fiscal y judicial de que Maiman cobraba coimas de Toledo. No solo los delatores del Caso Odebrecht lo han dicho, también aparece su nombre vinculado a cuentas de Camargo Correa en el escándalo conocido como Castillo de Arena y, como bien saben, es el proveedor –a confesión última de Toledo– del dinero que permitió a su suegra, Eva Fernenbug, comprar la mansión de Las Casuarinas y la oficina inteligente en Surco.
Por convertirse en el primer cobrador de la nación –parafraseando el mote periodístico de su pata Adam Pollack como ‘primer amigo de la nación’– ya está comprendido en el mismo proceso que Toledo, y la fiscalía ya planteó una medida contra su libertad. Por lo demás, sería ingenuo pensar que se limitó a cobrar por otro: hay varios indicios y testimonios de personajes del gobierno de Perú Posible que señalan que lo vieron rondando Petro-Perú y otros ministerios, planteando proyectos que asustaron hasta al entorno íntimo de Toledo. Incluso hubo un pequeño escándalo cuando se descubrió que, en la célebre vuelta al mundo en el avión presidencial, Maiman participó en una reunión con vendedores de armas y repuestos.
Cuando su amigo Alejandro ya estaba fuera del poder, habría intentado relacionarse al gobierno aprista: en un ‘petroaudio’, Alfredo Barnechea le pregunta a Rómulo León qué piensa de la posibilidad de que Maiman presente un proyecto a García. León recuerda discretamente el episodio de la deuda externa y da a entender que, a menos que sea un muy buen proyecto, es una mala idea. En realidad, nunca fue una buena idea invocar a Josef Maiman para asuntos nacionales.
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