Hace 26 años el Perú encontró el milagroso eje de su crecimiento económico, con señales atractivas de equilibrio fiscal, paz y seguridad. Lamentablemente la rueda institucional que debía girar con ese eje, bajo señales atractivas de democracia, libertad y justicia, se volvió débil y peligrosa, a vista de los gobiernos de turno. Insistir en mantener eje y rueda, como están, sin la voluntad política de fortalecerlos, precipitará algún día al país al abismo al que ya se asoma, cada cierto tiempo.
Si el foro del APEC busca demostrar, contra las corrientes nacionalistas y proteccionistas en boga, que “un mundo globalizado, integrado y libre funciona mejor para sus ciudadanos que uno cerrado, sectario y amurallado” (editorial de El Comercio de ayer), insertarnos cada vez más y mejor en él, como país y como Estado, nos obliga, ahora mismo, a un urgente cambio de rueda institucional.
El shock económico y financiero del 90, en medio de una guerra abierta contra el terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA, encierra la lección de que no podemos tirar por la borda lo que aprendimos de él ni menos negarnos a sumir el siguiente, el “shock institucional”, complementario del primero, que el politólogo Carlos Meléndez ha convertido en una propuesta inteligente y consistente, pero que choca con la ceguera y sordera del Congreso, Gobierno y partidos.
Es bueno un shock gerencial como el que se esfuerza por impulsar el primer ministro Fernando Zavala sobre una burocracia más descartable que rescatable (él, que no es músico, sabe más ahora que una cosa es con guitarra y otra con cajón), pero mejores resultados obtendría, si al tiempo de destrabar esto y aquello, propiciara, de la mano de la presidenta del Congreso, Luz Salgado, el “shock institucional” que nos hace falta.
En APEC y en tantos otros foros de integración comercial, económica, financiera y tecnológica del mundo no solo quieren saber cuán abiertos somos a las inversiones, sino cuán garantes somos de las reglas políticas y jurídicas que esas inversiones reclaman. Cuán más atractivos deseamos ser en el concierto internacional con nuestra tenaza de informalidad y conflictividad. No podemos pretender mover la gran rueda del engranaje del APEC si antes no cambiamos la nuestra. Para funcionar allá y más allá, tenemos que empezar por funcionar acá.
La institucionalidad política, económica y social es hoy en día la rueda de la fortuna puesta sobre la fragilidad de los caudillismos y las ideologías. Es la rueda de la fortuna que cuadrará a Donald Trump en Estados Unidos. El Perú ha dejado que su rueda de la fortuna se envejezca en un eje golpeado, todavía rescatable: el del crecimiento económico.
Claro que un “shock institucional” tiene que pasar por cuatro o cinco reformas claves, pero en base a una fuerte dosis de compromiso moral y ético en los actores políticos que lo emprendan, comienzo del fin de la corrupción.
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