De los ocho jefes de gobierno de la Unasur que se reunieron en Lima este jueves para tomar una posición conjunta ante los serios indicios de fraude electoral en Venezuela, el único que dijo la verdad fue Evo Morales: “Nos reunimos los presidentes para dar nuestro apoyo a la revolución bolivariana”. Y, en efecto, no demoró mucho que los jefes de Estado sacaran un comunicado en el que anunciaban su reconocimiento a la elección de Nicolás Maduro, sin siquiera condicionar este reconocimiento al resultado del conteo de votos que el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano ha finalmente aceptado hacer (el comunicado de los presidentes dice simplemente que este nuevo conteo les parece “una nota positiva”).
Al mismo tiempo, no se sabe con cuánto cinismo consciente, los presidentes de la Unasur han dicho que cualquier reclamo de los seguidores del candidato opositor Henrique Capriles debe “canalizarse” a través del “espíritu democrático de las partes” y de los organismos competentes según “el ordenamiento jurídico” venezolano.
Naturalmente, responderle a alguien que está denunciando un atropello contra la democracia que “canalice” su propuesta a través del “espíritu democrático” de su denunciado es el equivalente a contestarle a quien denuncia una estafa que resuelva su problema a través del “espíritu de honestidad” de su supuesto estafador.
La opción de los organismos competentes, por su parte, es igual de poco seria.
¿Cuáles son estos organismos competentes? Pues, por ejemplo, el mencionado CNE, cuya presidenta, Tibisay Lucena, se negó al recuento de votos, calificándolo como una figura antidemocrática, al día siguiente de que el propio Nicolás Maduro – haciendo de “policía bueno” del chavismo– lo hubiese aceptado. En el mismo acto, la señora Lucena proclamó al señor Maduro presidente y a Venezuela, “un pueblo campeón de la democracia”. Para tranquilidad de todos, este CNE es el que ahora hará el conteo que ha parecido tan “positivo” a Unasur, aunque su presidenta ya ha advertido, con meritoria transparencia, que nadie debe hacerse “falsas expectativas” sobre los resultados.
¿Qué otros organismos competentes existen? La Corte Suprema, cuya presidenta, Luisa Estela Morales, dijo cuando vivía Hugo Chávez que “la separación de poderes debilita al Estado” y esta misma semana ha declarado que “no existe” en Venezuela un recuento como el que estaba pidiendo la oposición y como el que, luego de tener que dar marcha atrás ante el tamaño del escándalo, va a hacer ahora el CNE.
¿Alguien más? ¿Acaso el Congreso, cuyo presidente, Diosdado Cabello, amenazó con la cárcel hace pocos días al señor Capriles (al igual que lo hizo Nicolás Maduro)? ¿O tal vez podría ser la fiscalía, que ya abrió la debida investigación penal al candidato opositor?
En otras palabras, decirle a los 7’270.403 de venezolanos que votaron por Henrique Capriles que canalicen sus reclamos por “las instituciones competentes” es una manera eufemística de decirles que mejor se callen. Porque en Venezuela “las instituciones competentes” son todas brazos del chavismo contra el que están protestando. En esto, justamente, consisten las dictaduras: en el copamiento de todas las instituciones para poder ejercer un poder total, sin contrapesos. Y por lo mismo, se supone, tienen una función esencial los organismos internacionales (como Unasur): porque son la única línea de defensa que les queda a los ciudadanos cuando en su país alguien que tiene todo el poder avanza contra sus libertades.
Entonces, lo que ha hecho Unasur esta semana es traicionar su función (una vez más) y a los venezolanos, sirviendo, en lugar de a la defensa de los ciudadanos contra los gobernantes abusivos, a la defensa de estos últimos contra aquellos. Por idéntica razón, el nombre que corresponde a todos los gobernantes (incluyendo el nuestro) que han viajado a Caracas a avalar la asunción de Nicolás Maduro es el de “cómplices”. Igual que corresponde a todos los que han hecho posibles estos viajes como, por ejemplo, un “garante” que ha demostrado no tener pudor cuando se trata de contorsionarse.
Demás está decir que todo esto no son malas noticias solamente para los venezolanos. Si los presidentes del subcontinente y sus organismos internacionales van a actuar como una sociedad de autoblindaje, entonces todos los ciudadanos de la región estamos igualmente solos frente a un eventual gobierno que logre copar todos los poderes internos.
En lo que toca a nuestro caso concreto, por lo demás, vale la pena resaltar que el presidente Humala no ha prestado a la convalidación de Maduro un apoyo únicamente tardío y presionado (aunque no por ello menos condenable) como el de Colombia o Chile. Nuestro presidente llamó a felicitarlo por su triunfo y a darle “sabios consejos” aún antes de que el CNE diera su negativa inicial al conteo de votos e inclusive antes de que lo proclamase presidente. No es en vano, pues, que hace muy poco el señor Humala calificó a Hugo Chávez de “ejemplo a seguir”.
Que nuestro presidente, en fin, hasta ahora no haya dado señales de querer (o encontrar viable) aplicarnos este “ejemplo” a los peruanos, es algo que podría disminuir en alguna medida nuestra preocupación por el futuro del país, pero no, ciertamente, nuestra vergüenza frente a los millones de venezolanos a los que ha colaborado para dejar solos, en la indefensión.