Cuando la semana pasada se preguntó al presidente sobre el proceso penal abierto a la ex congresista nacionalista Nancy Obregón, él señaló: “[El caso] nos preocupa seriamente”. Hace bien en preocuparse el señor Humala. Para empezar, porque no todos los días una ex integrante de su bancada (que, según la misma Obregón, fue invitada personalmente por él y su esposa a formar parte del nacionalismo) es acusada de cargos tan graves y con evidencia tan contundente.
Recordemos que la Dirección Antidrogas de la Policía Nacional (Dirandro) interceptó comunicaciones de la ex congresista donde se le escucharía coordinar operaciones de envío de cocaína al extranjero con un presunto emisario de organizaciones dedicadas al tráfico de drogas en el Alto Huallaga. Asimismo, la Dirandro grabó al señor Leonardo Chávez (hijo de la señora Obregón y del prófugo y perseguido por narcotráfico Fabio Chávez) coordinando por el celular de su madre el transporte de cocaína. Los audios obtenidos por la Dirandro, además, mostrarían que la señora Obregón habría estado directamente involucrada con el terrorismo. Aparentemente, el clan Obregón habría obtenido el apoyo de la facción senderista que opera en el Vraem para intentar aniquilar a los senderistas que operan en el Huallaga liderados por ‘Artemio’ (de quienes se había distanciado) y para evitar la erradicación de hoja de coca en la zona. Y a todo eso se suma, hasta el momento, que, luego de que la policía detuvo a la ex congresista, descubrió un arsenal de armas de largo alcance y cocaína en las viviendas de sus parientes y allegados.
¿Debe preocuparse seriamente el presidente? Sin duda. Y no solo porque recién se empiezan a vislumbrar los tentáculos que el narcotráfico tenía en el Congreso y que aún podría tener a través de otras personas. Además, porque todo este escándalo ha dejado muy mal parados al señor Humala y a su partido, pues demuestra su escaso talento para escoger a sus amigos (en el mejor de los casos). Después de todo, desde hace años existen indicios de los negocios en los que estaría involucrada la dirigente cocalera, como detalló Diana Seminario en un artículo que publicamos ayer.
En el 2005, según el experto en temas de narcotráfico y terrorismo Jaime Antezana, él le advirtió al señor Humala sobre los vínculos de la señora Obregón con el mundo de la droga, pero este habría pasado por alto la advertencia para hacerse de una aliada que le podría significar votos. Así, en el 2006, el señor Humala decidió apadrinar a la hoy detenida por la justicia y, en sus palabras, buscar tener una “bancada cocalera”. Luego, en el 2009, la señora Obregón impidió violentamente una operación antidrogas y, además, su ex asistente parlamentario fue detenido con 140 kilos de droga. El señor Humala, sin embargo, siguió impermeable a la realidad y prefirió continuar defendiendo enfáticamente a su partidaria. Lo mismo hizo el nacionalista Fredy Otárola, quien incluso declaró en esa época que la señora Obregón “es una persona líder, con capacidad de mando”. Posteriormente, en el 2010, se ordenó la detención de la ex pareja de la lideresa cocalera por vínculos con el narcotráfico y los cuestionamientos se volvieron cada vez más evidentes. Pese a ello, a inicios de este gobierno el entonces presidente del Congreso –el señor Daniel Abugattás– no tuvo problemas en ofrecerle trabajo en su institución.
Por supuesto, no es la primera vez que este tipo de escándalos mancha al partido de gobierno. En la década de 1980 el narcotraficante Carlos Langberg financió la campaña aprista y el Apra llevó al Congreso a Manuel Ángel del Pomar Cárdenas, quien tenía una larga trayectoria como abogado de acusados de narcotráfico y terminó siendo condenado a prisión en 1993. Asimismo, en la década de 1990 el fujimorismo llevó al Congreso a Carmen Polo Loayza (condenada en 1981 por tráfico de drogas) y todos recordamos cómo Montesinos cobraba a Demetrio Chávez Peñaherrera, ‘Vaticano’, por protegerlo y que en 1996 se descubrieron 174 kilos de cocaína en el avión presidencial. Y actualmente, por citar un último caso, el Apra enfrenta las graves acusaciones de los ‘narcoindultos’.
Toda esta situación pide a gritos una investigación profunda de la gestión de Obregón. Y, por obvias razones, el nacionalismo debería mostrar que es el más interesado en ella.