Esta semana, Keiko Fujimori anunció que no llevaría en su lista al Congreso a parte de la vieja guardia fujimorista. Entre ellos, Martha Chávez, Luisa María Cuculiza y Alejandro Aguinaga. Keiko ha presentado esta realineación como una manera de mirar hacia el futuro y no como un rompimiento con el pasado. Las intenciones detrás del gesto, sin embargo, son claras: mostrar que es ella (y no su padre) quien manda; así como tratar de desmarcarse del recuerdo de todo lo negativo que representó el gobierno de los 90.
Este gesto dice mucho sobre lo consciente que es Keiko del tamaño de la sombra que oscurece su candidatura. El fujimontesinismo, después de todo, es hoy una suerte de espíritu en pena que persigue a esta candidata y el temor al mismo por parte de muchos peruanos ya le impidió hacerse de la presidencia una vez. Por lo mismo, Keiko debe tener claro que si no exorciza a este demonio, le será muy difícil llegar a Palacio.
El ritual que ha escogido Keiko para practicar su exorcismo, no obstante, no es el más efectivo. Y es que no resulta creíble que ella reniegue por completo del fujimontesinismo cuando ha renunciado a ser acompañada solo por una parte de la guardia de los 90, pero no tiene problema de mantener a otros protagonistas de esa época a su lado.
Ese es el caso, por ejemplo, de Luz Salgado, a quien todos recordamos en un ‘vladivideo’ planeando con Montesinos cómo seguirían manipulando al Poder Judicial y al Ministerio Público con la finalidad de mantenerse en el poder. Es también el caso de José Chlimper, candidato de Keiko a la vicepresidencia, a quien no le molestó integrar el último Gabinete de Fujimori, aquel que se conformó cuando ya quedaba claro quién nos gobernaba realmente.
También es complicado pensar que Keiko ha renunciado a cualquier vocación autoritaria si su hermano sigue siendo parte de su lista para el Congreso. Él no solamente es una de las personas más cercanas a su padre, sino que, además, ha defendido como legítimo y democrático el gobierno de los 90. Para él se trató de “una democracia delegativa”, una figura en la que “la población está dispuesta a ceder parte de sus derechos a cambio de que el gobierno le restituya el orden y la seguridad”.
En política, como en muchos otros aspectos de la vida, bien se aplica la máxima de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Y manteniendo a estos y otros personajes similares en su entorno, a Keiko le será muy difícil conjurar los espíritus que atormentan a su partido y convencer al electorado de que ella repudia el pasado que su padre encarna.
Por supuesto, es cierto que la configuración de fuerzas dentro del fujimorismo puede hacer inviable un rompimiento con todas las figuras que aten al partido al gobierno de Alberto. Pero, como saben todos los fanáticos de las películas de horror, un exorcismo a medias es cosa poco útil. Lo único que asegura es que el demonio, eventualmente, regrese a seguir haciendo de las suyas.
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#Elecciones2016 | Lourdes Flores: Cogobierno evitará fujimontesinismo y poder conyugal ► https://t.co/KIgHOz9Os9 pic.twitter.com/0fjrer541p— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 3, 2016