La semana pasada llamamos la atención sobre la urgencia de desplegar la acción del Estado hacia todas las regiones del país para crear condiciones mínimas de desarrollo. Hoy que la ilusión del ‘boom’ de las materias primas llega a su fin y la mayor parte del territorio nacional se encuentra en un nivel de precariedad difícil de imaginar desde Lima, resulta indispensable que el siguiente gobierno marque un punto de inflexión respecto a lo que han sido los últimos 25 años.
Para construir oportunidades de desarrollo en todas las regiones del país se requieren alinear muchas variables. Queremos referirnos aquí a una que nos parece fundamental. En las últimas décadas el Ministerio de Economía y Finanzas ha sido la institución con el mayor poder en la administración pública. El artífice de los principales logros macroeconómicos y también el principal responsable de la ausencia de un modelo de desarrollo acorde con nuestra realidad. ¿Cómo hacemos para convertirla en la institución que lidere el cambio que requerimos?
Un primer paso es asumir de una vez el esquema de nuestros socios de la Alianza del Pacífico, y separar al MEF en dos ministerios, de Hacienda y Economía. Mientras el primero continuaría garantizando lo que han sido sus principales funciones y logros hasta hoy (el cuidado de las finanzas públicas y la estabilidad macroeconómica en general), el segundo debería tener como principal responsabilidad la planificación y el desarrollo del territorio. Debería ser la institución que pelee al interior del Estado y del Gabinete por llevar a cada región del país capital humano, ‘know-how’, tecnología de punta, infraestructura, financiamiento e institucionalidad mínima para el desarrollo. Aun más, esta nueva institución podría incorporar incluso procesos como el de la consulta previa. Pero, ¿no ha sido el MEF el ministerio más resistente a su implementación? Justamente. Un eventual Ministerio de Economía encargado de la planificación y el desarrollo territorial debería asumir como suyas, en su integridad, las responsabilidades técnicas, políticas y sociales del proceso.
¿Garantizaría algo este arreglo institucional? En sí mismo, no. Se requeriría, ante todo, que el próximo presidente tenga visión de largo plazo y voluntad política para liderar un proceso de esta naturaleza. Y esa nueva institución requeriría de un ministro comprometido, capacitado y con la voluntad para salirse de la zona de confort en la que cayeron algunos de nuestros más prestigiosos ministros de Economía. ¿Tenemos profesionales capaces de liderar una institución con esos objetivos? Sí. De dentro y fuera del establishment. Carlos Heeren, Elmer Cuba, Milton von Hesse, Humberto Campodónico o Carolina Trivelli. Pues hacerlo no debería ser una cuestión ideológica, sino de sentido de la realidad.
Porque si algún analista le dice que con estabilidad macroeconómica e incentivos microeconómicos correctos sería suficiente para revertir la precariedad existente en todo el territorio nacional, pregúntele en qué país del mundo ha sido así. Más aun, pregúntele si algún país con la complejidad geográfica del Perú lo ha conseguido. Si usted sigue creyendo que hay una posibilidad de que sea así, pregúntese cuánto tiempo sería necesario para conseguirlo y si, para entonces, el Perú seguiría siendo un país viable social y políticamente. ¿Nos queremos correr ese riesgo, nuevamente?
MÁS EN POLÍTICA...
Estado plantea renegociar contratos de lotes 55 y 57 de Camisea ►https://t.co/2iBvkHtxML pic.twitter.com/dk7dUUoXKM— Política El Comercio (@Politica_ECpe) enero 26, 2016