La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha ocasionado las más variadas y –previsibles– reacciones de quienes se hacen llamar “progresistas”. Han fracasado rotundamente y prefieren no ahondar demasiado en sus propios errores.
Los que lamentan la derrota de Hillary Clinton, quien vio frustrado su deseo de ser la primera mujer presidenta de Estados Unidos, pretenden negar lo que es evidente: el llamado voto conservador, o “los conservas”, fue decisivo para que Trump sea el próximo inquilino de la Casa Blanca.
Ni las repudiables frases de Trump alardeando de sus conquistas ni sus maromas para sacar la vuelta a los impuestos lograron que la liberal Clinton se alzara con el triunfo.
Hillary, madre y abuela, no tuvo ningún reparo en admitir que está plenamente de acuerdo con que una mujer pueda someterse a un aborto, aun estando con nueve meses de gestación. ¿Es esto posible? Sí, y se llama aborto por nacimiento parcial, y consiste en que antes de que la criatura deje totalmente el vientre materno se le causa la muerte.
Trump confrontó a la candidata demócrata durante el último debate y ella se reafirmó en “el derecho constitucional” de las mujeres a deshacerse de sus hijos aun al término de su embarazo.
Negar que este hecho fue un factor que influyó en la derrota de Clinton es hacer un análisis incompleto; el politólogo Carlos Meléndez lo define como una ‘contraola conservadora”.
A pocas horas de conocerse los resultados del martes pasado, el historiador y teólogo Matthew Bunson afirmó: “Trump podría haber conseguido el mayor voto evangélico de la historia y la mayoría del voto católico”.
No es casualidad que, consciente del peso de “los conservadores”, el candidato a vicepresidente por Hillary Clinton haya sido el senador católico Tim Kaine, quien además domina el español pues siendo estudiante estuvo en Honduras acompañando una misión jesuita. Por el lado de Trump, su vicepresidente fue el gobernador evangélico Mike Pence.
Y por si fuera poco, –y para mala suerte de Hillary–, se hicieron públicos correos electrónicos de colaboradores de la candidata en que mencionan una “primavera católica”, que no era otra cosa que infiltrar a la Iglesia Estadounidense para hacerla implosionar.
Autoproclamarse pro vida, dirigir un mensaje a los católicos asegurándoles su libertad religiosa y mencionar que han sufrido hostilidades desde Washington en los últimos años tenían un objetivo, y Trump cosechó los frutos.
Tener una posición sobre temas tan sensibles como la vida y la familia no es un asunto menor, y el triunfo de Donald Trump así lo confirma.
Lo ocurrido en Estados Unidos no es sino un síntoma del hartazgo del ciudadano de a pie de que se le impongan ideologías ajenas a su naturaleza. Parece que están de vuelta en un camino que muchos en el Perú se empeñan en recorrer.
Posiciones claras y contundentes, aunque no sean populares para un sector autoproclamado moderno, rinden resultados.
Si Keiko Fujimori pretende tentar por tercera vez la presidencia, y ahora sí tener éxito, debería mirarse en el espejo de Estados Unidos, donde el candidato más odiado y criticado de la historia ganó y revirtió una “derrota cantada”, enfocándose en aquello que los políticos “modernos” prefirieron no mirar.
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Roberto Vieira: “Ni Gilbert Violeta ni yo somos traidores” ►https://t.co/7LVy4WwPf0 pic.twitter.com/JcI7kHjHZv— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 14 de noviembre de 2016