Contra lo que hacían pensar las declaraciones iniciales de las más altas autoridades uruguayas, ha sido breve el plazo en el que se tomó la decisión sobre la solicitud de asilo político de Alan García. Como se recuerda, el canciller Rodolfo Nin Novoa fue el primero en precisar que no existían plazos para tomar una decisión sobre la solicitud de García. En el mismo sentido se pronunció, días después, el presidente Tabaré Vázquez. “Nos tomaremos el tiempo que sea necesario porque no está estipulado un tiempo para que el país que recibe a un refugiado político, que esta es la condición actual de Alan García, se tenga que expedir”, dijo Vázquez el 26 de noviembre.
La rápida respuesta parece responder, entre otros aspectos, a las consideraciones políticas internas. Uruguay se encuentra a menos de un año de los comicios para suceder a Vázquez, con el Frente Amplio en situación menos favorable que hace algunos años. Prolongar una decisión sobre la solicitud de García podría haber sido mal vista.
De hecho, la reacción a la decisión del gobierno de Vázquez entre la clase política uruguaya parece ser de unánime respaldo. El diario “El País” de Montevideo recogió las reacciones. Luis Lacalle Pou, precandidato del Partido Nacional, por ejemplo, cree que la del Ejecutivo uruguayo ha sido “una buena decisión”. El colorado José Amorín Batlle tenía una opinión similar: el gobierno liderado por Vázquez “resolvió de manera lógica” la solicitud de García.
En el desenlace también deben haber tenido algún peso los mensajes emitidos durante los últimos días por diplomáticos acreditados en Lima, al describir al Perú como un país en el que, pese a complicaciones, existe un ambiente democrático. Tanto el embajador de Estados Unidos, Krishna Urs, como su colega de la Unión Europea, Diego Mellado, se expresaron en tal sentido. “Soy un convencido de la independencia de poderes”, dijo Urs. Mellado, en tanto, indicó que “el Perú es un país democrático, no me cabe la menor duda”.
En lo político, deja al menos dos aspectos que deben notarse. En primer lugar, la ponderación con la que el Ejecutivo manejó el incidente, bajo la batuta de la cancillería, ganó espacio frente a declaraciones poco atinadas de algunos actores políticos o el activismo tradicional de la sociedad civil. Ello parece haber sido particularmente importante. Según informaba El Comercio, Vázquez “agregó que [se] dejaron de lado las opiniones que le remitieron ONG, instituciones internacionales de derechos humanos y dirigentes políticos”.
En segundo término, es la hora más negra para García y para su dependiente partido: parece ser el fin de cualquier aspiración presidencial suya, pero difícilmente dejará su influencia en un Apra muy debilitado. La solicitud de García había dejado ya al Apra en una incomodísima posición: el aislamiento de ser la única voz del espectro político que veía persecución donde hay acción de la justicia. La negación a otorgar asilo desmiente sus demandas y lo deja clamorosamente solo. Una soledad inédita.