La selección peruana de fútbol ha hecho lo imposible: llegar a una final de la Copa América después de 44 años. Esto es mucho más que un bálsamo en un país polarizado, donde el odio ha llegado para quedarse y donde discrepar es sinónimo de insultar.
Felizmente tenemos el fútbol, la selección peruana y a Ricardo Gareca. Y es quizá el fútbol, la única pasión peruana que no nos enfrenta. Ya bastante tenemos con los ‘antis’ que no nos dan tregua.
Este cambio de actitud en una selección que empezó a cosechar triunfos, se inició en la presidencia de Edwin Oviedo, quien ahora se encuentra en prisión preventiva por asuntos que nada tienen que ver con el fútbol.
Más allá de la clasificación a un Mundial después de 36 años, o haber jugado la final de la Copa América ayer, donde fuimos derrotados pero no humillados, la gran lección que nos trae esta selección peruana de fútbol es que la unidad es la base de cualquier triunfo.
El trabajo en equipo de dirigencia, cuerpo técnico, jugadores y colaboradores de la federación fueron la clave para llevarnos a Rusia.
Haber contratado como técnico a Ricardo Gareca y renovarle su estadía ha sido un acierto, pese a que algunos ‘agoreros’ ya hablaban de prescindir del ‘Tigre’. Los resultados dejaron sin piso a quienes quisieron mellar el liderazgo del ‘profe’.Y es precisamente unidad lo que le hace falta al país para salir de la confrontación permanente en la que nos encontramos y que no nos deja avanzar.
Si hiciéramos una analogía entre Gareca y sus once en la cancha con el presidente Martín Vizcarra y el Gabinete, seguro ya habríamos destrabado varias inversiones, y nos hubiéramos levantado de la ‘goleada’ que le ha metido la corrupción al país.
Siguiendo con la licencia de la analogía, tenemos que el director técnico confronta en todo momento al árbitro (el Congreso) y por momentos parece que quisiera desaparecerlo para hacer lo que le da la gana y cometer todo tipo de faltas con tal de ganar un partido, y eso no es juego limpio. Además, resulta inadmisible que, habiendo perdido a uno de sus jugadores, no haga el cambio necesario y continúe jugando un partido con diez hombres.
Un equipo cohesionado y que inspira confianza solo puede traer alegrías y esperanza a sus seguidores. ¡Cuánto tenemos que aprender de nuestra selección y de su entrenador!
Es cierto que no siempre los resultados estarán de nuestro lado, como ayer que perdimos luchando. Pero aun en la derrota, queda la satisfacción del trabajo bien hecho.
Como en el deporte, tenemos que reconocer y respetar al rival, pero no odiarlo hasta exterminarlo, incluso con trampa. Y como país, esa es otra cosa que tenemos que aprender de nuestros deportistas, que son capaces de levantar al rival cuando lo ve caído en la cancha.
¡Gracias, muchachos! ¡Gracias, profe Gareca!
Solo queda decir con optimismo, esperanza y pensando en el futuro: “Somos tus hijos y nos uniremos y así triunfaremos ¡contigo, Perú!”.