Tenía ocho años cuando le prometió a su padre que cuando cumpla 57 años le regalaría el auto de sus sueños: un Chevrolet Bel Air de 1957. A su padre, obviamente, la promesa de su hijo le pareció bastante tierna, pero a los minutos se olvidó y siguió haciendo sus labores cotidianas.
Pasaron cerca de 20 años y el hijo no olvidó su promesa. En el día del cumpleaños de su padre, le preparó una sorpresa fabulosa. Estacionó el Bel Air en la cochera y llevó a su padre al patio de la casa, para que vea el regalo. Sin embargo, éste recién se dio cuenta minutos después, ya que venía haciendo otras labores.
La reacción del padre es sumamente conmovedora. Un abrazo casi interminable a su hijo y lágrimas, muchas lágrimas. Al momento de preguntarle al hijo cómo es que consiguió el Bel Air, su respuesta, incluso, conmovió más que la reacción de su padre.
“Trabajé 60 horas a la semana y 24 días durante varios meses”, dijo.