Trabajan como militares, mecánicos o dentistas, pero actualmente se encuentran corriendo el Dakar al lado de los profesionales y suscitan la admiración de Fernando Alonso: son los pilotos de moto que disputan la prueba sin asistencia, haciendo de ellos los verdaderos aventureros del rally.
Son incluso una categoría oficial (la 'G2.2 Maratón') de la carrera, que reúne a los moteros con pequeños presupuestos.
El principio es simple: sin asistencia y con un mínimo equipaje. Sólo un baúl metálico de 80 litros de capacidad donde los participantes deben meterlo todo: herramientas, piezas de recambio, mono y botas de recambio.
Cada noche recuperan en el campamento su baúl para poder reparar ellos mismos sus motos.
En esta edición, la primera disputada en Arabia Saudita, fueron 41 en la salida de Yedá, el pasado 5 de enero. De 17 nacionalidades distintas y una sola mujer. El jueves, en la víspera de la llegada a Qiddiya, solo quedaban 28.
"En esta categoría, rodamos toda la jornada y por la noche hacemos mecánica", resume el francés Patrice Carillon, de 55 años con 12 Dakar a sus espaldas y de profesión restaurador-hotelero.
- Solidaridad -
"Cuando llegas al campamento, montas tu carpa, te cambias, te tomas una ducha si el agua está caliente. Si no te duele nada, no te hace falta ir a ver al 'fisio', y después preparas la moto", explica.
Apenas unas horas de sueño después, vuelve a subir a la moto para surcar las dunas y los cañones del desierto, al lado de los profesionales de la moto, como Toby Price o Laia Sanz, y de los autos (Peterhansel, Al-Attiyah, Sainz y compañía).
En su baúl, Carillon transporta desde Francia algunos bidones de aceite, filtros, piezas de recambio... ¿Y una foto de su familia? "Ehhh, no. Soy duro y rudo. Mis hijos han compartido tantas veces conmigo esto, han viajado tanto a través de lo que he hecho, que ya no necesito nada de eso, ya son grandes", explica el francés.
Este motorista precisa que la verdadera aventura se comparte con el resto de pilotos, ya que hacer la carrera sin asistencia mecánica no significa correr en solitario, porque la cooperación y la ayuda imperan entre estos apasionados del motor.
"Hay una solidaridad que no se encuentra en ningún otro sitio", estima Carillon. "Si vas con asistencia, te quedas con tu asistencia, no tienes contacto con los otros. Nosotros compartimos".
- Vivirlo de otra manera -
La española Sara García es la única mujer que ha tomado la salida este año en esta categoría. Esta ingeniera mecánica de 31 años se contagió del virus del Dakar por su padre, que participó como mecánico en el Dakar en los años 1980, cuando el popular rally se corría en África.
"Adoro esta carrera, todos los pilotos sueñan con ella", dice con una gran sonrisa. La española corre al lado de su pareja, Javier Vega Puerta, al que conoció en las dunas de Marruecos.
"Todos los días tenemos problemas, pero hemos podido solucionarles y estamos contentos. Es complicado, porque no dormimos mucho, pero pienso que es la verdadera aventura", dice.
"Toda mi vida" está en el baúl, bromea al ser preguntada qué lleva. "Tenemos herramientas, piezas y notas con lo que tenemos que hacer. Porque cuando entramos aquí (en el campamento), estamos cansados y a veces el cerebro no funciona como es habitual".
Los moteros que se embarcan en este infierno lo hacen a menudo porque no disponen de medios financieros para rodearse de un equipo, pero a veces lo hacen también para disfrutar de un desafío suplementario.
Tras participar en el Dakar como mecánico primero y como piloto con asistencia después, Benjamin Melot decidió correr sin ayuda. "Tengo ganas de vivir de otra manera el Dakar. Pasé de mecánico a piloto y este año soy un piloto que se ocupa de su mecánica", dice.
Este espíritu de la aventura y esta manera de correr la prueba despierta los halagos de los profesionales. “Tengo mucha admiración por estos moteros. He tenido ocasión de encontrármelos. Son muy valientes y hacen la verdadera aventura”, asegura Fernando Alonso.