Es una de esas duras verdades de la vida que, lo que con mucho esfuerzo se consigue, con gran facilidad puede perderse. Ciertamente, este ha sido el caso con la actual gestión de la Municipalidad de Lima y el retornado problema de los ambulantes.
Como se sabe, cuando Alberto Andrade asumió la Municipalidad de Lima el gigantesco problema del comercio ambulatorio había literalmente tomado casi todas las calles del centro y era ya comúnmente aceptado como irresoluble. Numerosas gestiones municipales se habían sucedido en el cargo sin poder hacer nada con el tema y para 1996 parecía ya más realista que los ambulantes adquirieran las calles del centro por prescripción adquisitiva a que algún alcalde lograra moverlos de ahí.
Andrade, sin embargo, los movió. Y los movió con todo en contra: incluyendo, ni más ni menos que a la Policía Nacional del Perú. Y fue con el éxito de Andrade que se hizo posible el comienzo del rescate del Centro Histórico, y que este se comenzase a limpiar, reordenar y relanzar, poco a poco, como un distrito con futuro.
Esta victoria tan dificultosamente lograda tendría que haber sido celosamente cuidada por las administraciones municipales posteriores. Increíblemente, sin embargo, ello no ha sido así y buena parte del terreno ganado se ha vuelto a perder. Hoy ya suman 2.500 los ambulantes ilegales que invaden las calles del Cercado diariamente.
Por su parte, la manera como la gestión de la alcaldesa Villarán ha “enfrentado” este problema ha sido muy desconcertante en tanto que ha estado hecha casi exclusivamente de palabras, y de palabras que fueron mutando, conforme el problema seguía desbordándose, de la advertencia decidida a los ilegales, a las excusas más comprensivas y pintorescas para su creciente presencia.
En efecto, a comienzos de su gestión en el 2011 la alcaldesa declaró a El Comercio que ella haría respetar la intangibilidad de las zonas rígidas del Centro Histórico. Y en noviembre de ese mismo año volvió a declarar, como para que no quedase duda, que, pese a las protestas que venían realizando los ambulantes, ella no daría marcha atrás hasta terminar con el comercio ambulatorio en las zonas prohibidas. De hecho, anunció y preparó un proyecto de ordenanza ad hoc para el tema: “comercio ambulatorio en los espacios públicos”.
En línea con todo lo anterior, en mayo del 2012 la funcionaria edilicia Carmen Vildoso declaró que los ambulantes del centro tendrían “los días contados”. Y el entonces subgerente de Autorizaciones Comerciales de la comuna limeña, Helbert Gutiérrez, aseguró que se coordinaba con las gerencias de Seguridad Ciudadana y Fiscalización para erradicar a los ambulantes.
Estamos en diciembre del 2013 y no mucha agua ha pasado bajo los puentes. O, mejor dicho, no ha pasado ni una gota: aún se “cuentan los días”, aún se esperan las “coordinaciones” de las que hablaba el señor Gutiérrez y aún no se presenta siquiera a debate la ordenanza anunciada por la señora Villarán.
Lo que más bien sí ha ocurrido es que el problema se ha desbordado y ha puesto en ridículo varias veces a la municipalidad (por ejemplo, el mes pasado, más de un año después de que la alcaldesa las declarase zona rígida, El Comercio constató que 3.000 ambulantes permanecían obstruyendo las rutas de evacuación de Mesa Redonda). Y ha cambiado también la manera como la municipalidad dice ver este asunto.
En efecto, en setiembre de este año el gerente de fiscalización y control de la comuna, Álvaro Anicama, nos explicó que, en realidad, el problema del comercio ambulatorio en el Cercado se debía a que “la gente está acostumbrada a comprar al paso”. Por otro lado, el antes mencionado señor Gutiérrez ha implicado recientemente que los ambulantes nuevos escapan a la responsabilidad de su municipalidad porque esta “no ha otorgado más permisos”. Y hace algunos días, finalmente, el propio teniente alcalde Hernán Núñez ha escrito en este Diario que debíamos “entender al comercio ambulatorio como una necesidad social”, aprovechando para revelarnos que la municipalidad de la alcaldesa Villarán “está evaluando en qué situación están los ambulantes”. Una declaración que, desde luego, debería darnos tranquilidad a los limeños: al menos ahora sabemos que la señora Villarán no habrá dejado de “evaluar” la nueva invasión del centro por los ambulantes cuando ella termine su gestión en 12 meses.