La modernidad llegó a la Municipalidad Metropolitana de Lima. La recientemente ratificada alcaldesa de la ciudad, Susana Villarán, dedicó media hora de su jornada laboral el pasado jueves para responder por Twitter (y en tiempo real) a las interrogantes del público en general bajo el ‘hashtag’ #Susanaresponde. Lo que sí parece no haber llegado a la municipalidad, sin embargo, es el sentido crítico luego del proceso revocatorio al que fueron sometidos Villarán y todo el concejo el 17 de marzo. No solo manifestó la alcaldesa entre sus respuestas que la lección política más valiosa que aprendió en los últimos meses fue “hacer publicidad”, sino que también aseveró que la consulta popular no fue un llamado de atención sino una “victoria para Lima”.
Hasta donde teníamos entendido, la victoria del No no ha sido abrumadora. Más bien, el margen con el que Villarán se salvó de ser revocada es bastante pequeño: según los resultados de la ONPE al 100%, el No obtuvo 1’395.107 votos, mientras que el Sí cosechó 1’320.953. Es decir, casi la mitad de votantes limeños efectivamente quería ver a la alcaldesa fuera de su cargo. ¿Qué es eso, entonces, si no un severo llamado de atención? Más severo aun cuando tenemos en cuenta la situación de sus regidores: prácticamente todos los miembros del concejo pertenecientes a su partido, Fuerza Social, serían revocados.
Nuestra defensa editorial al voto por el No, vale la pena recordar, estaba basada fundamentalmente en principios institucionales y en el hecho de que la gestión edilicia estaba dando muestras de cambio. Pero eso no significa, como señalamos en su momento, que creyésemos que no había errores por los que la ciudadanía tenía derecho a estar descontenta. Los ejemplos sobran. El desastre de La Herradura, la responsabilidad política en los fatales eventos de La Parada, los funcionarios municipales grabados en video ‘arreglando’ con los transportistas las bases de las licitaciones públicas de las nuevas rutas o los vehículos inoperativos del serenazgo con “circulinas” alquiladas para la foto. Y no olvidemos la cantidad de muestras de la dificultad de Villarán para sintonizar con las necesidades de los sectores más populares: el escándalo de las escaleras que dijo (falsamente) haber construido, el desliz sobre las “lavanderas de San Juan de Lurigancho”, la propuesta de hacer una ciclovía interdistrital de 300 kilómetros como alternativa al problema del transporte de Lima o la lavada de papas a principios de su gestión, por citar algunos casos.
Con estos precedentes, claramente, lo que falló durante el período previo al intento de revocación no fue solo la “falta de publicidad”. Mucha gente, con razón, simplemente estaba cansada de la alcaldesa. Y prueba de ello son los resultados de la encuesta de Ipsos que publicamos ayer. El 55% de los encuestados desaprueba la gestión de Villarán y solo 36% la aprueba (9% no precisa su posición). Además, la enorme mayoría de encuestados que votaron por que la alcaldesa se mantenga en el cargo no lo hizo porque creyera que realiza un buen trabajo; 36% lo hizo porque consideraba la revocación como un gasto inútil de dinero, 30% porque creía que Lima perdería dinero y se paralizaría y 7% porque los que impulsan la revocación son corruptos. Y solo un reducido 5% consideró que votó por el No porque la señora Villarán sí está realizando obras.
Así, minimizar el proceso por el que pasó la comuna al punto de decir que no existió ningún llamado de atención no ha sido solamente un desliz, ha sido una muestra de sordera municipal: la alcaldesa parece no estar dispuesta a escuchar a todos los que creen que ella ha venido haciendo un mal trabajo y que se lo hicieron saber democráticamente el 17 de marzo.
Para ganarse de vuelta la confianza de los limeños, la señora Villarán debería dar muestras claras de que es consciente de los motivos detrás de la desaprobación a su gestión. Por eso, para su próxima incursión en Twitter, le recomendamos cambiar el ‘hashtag’ de #Susanaresponde por #Susanaescucha.