FERNANDO GONZÁLEZ OLAECHEA
A finales de agosto, en el cruce de la avenida Benavides con Alcanfores, en Miraflores, la policía detuvo a dos muchachos que se disponían a cerrar un negocio de venta de marihuana.
Luis Nishijima (24), uno de los intervenidos, llevaba la droga en su mochila, mientras que, a pocos metros de ese lugar, en la casa de su amigo Franklin Carrión (28), se hallaron tarros con varios gramos del narcótico y una balanza con la que este era pesado antes de venderse.
Esta es una de las cerca de 20 capturas que ha realizado este año la División de Investigación Criminal (Divincri) Miraflores, según cuenta a El Comercio el comandante Jesús Anaya Pizarro, jefe de la institución.
Al igual que la Calle de las Pizzas y el parque Kennedy de Miraflores, en la ciudad hay 1.200 puntos de microcomercialización de drogas, de acuerdo con información de Cedro. La cifra casi ha triplicado los 455 lugares que la entidad registró en el 2004, y no dista mucho de los 1.122 identificados hace solo tres años.
Algunos de estos puntos se encuentran en La Molina, Barranco (el sector de Malambito) y la zona conocida como La Pólvora, en La Victoria.
Como ocurre en los distritos playeros del sur, según reveló ayer un informe de El Comercio, en la capital también hacen falta policías que investiguen a los vendedores de droga al menudeo. El Escuadrón Verde –la entidad que, entre otras, combate este ilegal negocio– tiene 50 agentes dedicados a la labor de inteligencia y 200 más que realizan intervenciones y capturas, confirma el jefe de la institución, el coronel César Gentille. En una ciudad de 9,5 millones de personas, esto significa 1 policía por cada 38 mil habitantes.
Aunque la unidad que dirige realizó casi la mitad de los decomisos de droga el año pasado en la capital, Gentille admite que se requiere que su escuadrón trabaje en varias zonas de Lima y no solo desde su local del Cercado, y refiere que es necesario tener más personal dedicado a la inteligencia. Lo óptimo, estima, es que haya 140 policías en esta labor y 300 más que se encarguen de desbaratar bandas y capturar a los vendedores.
El comandante Anaya, de la Divincri Miraflores, explica que lo usual en ese distrito es que la venta de droga al menudeo se realice bajo la modalidad del delivery, lo que dificulta la labor policial.
VENDEN PARA SER ACEPTADOS La captura de Nishijima y Carrión revela que la droga no solo se mueve por los lugares más deprimidos de la capital y que sus vendedores pueden pertenecer a cualquier estrato social.
Para entender por qué un joven empieza a vender drogas primero debe aceptarse que su consumo no es marginal, explica el sociólogo José Raúl Haya de la Torre. Para un joven, agrega, vender drogas puede ser visto como un negocio más, aunque no necesite el dinero.
Además, puede permitirle ser aceptado en un grupo en el que se consuma algún tipo de drogas. “Se genera una suerte de comunidad alrededor del consumo de una droga: hay un cierto sentido de pertenencia”, sentencia.
CONSUMIDORES Y BURROS Según Milton Rojas, investigador de Cedro, drogas como la cocaína, la pasta básica o la marihuana son traídas de lugares como Tingo María, Tocache o el Vraem, y usualmente son trasladadas por sus propios consumidores. El perfil del ‘burro’ suele ser un muchacho entre los 25 y 27 años, explica.
Según Jaime Antezana, especialista en temas de narcotráfico, un kilo de clorhidrato de cocaína en la zona de producción puede valer US$2.500 y su precio en Lima puede alcanzar los US$3.500.
Agrega que, de las 16 toneladas de cocaína que se comercializan en el país cada año, unas 6,4 toneladas (el 40%) se quedan en la capital.
LA VENTA POR ZONAS EL DELIVERY Según información de la Divincri Miraflores, los choferes de los taxis que circulan en las inmediaciones de las discotecas suelen ofrecerse de intermediarios para la venta de drogas.
BAJO TECHO En zonas residenciales como La Molina, la droga llega también bajo la modalidad de delivery. Según la policía del distrito, se ha detectado que se siembra en casas y luego es vendida en la capital.
EN LA VICTORIA En esta jurisdicción una modalidad usual que se emplea para distribuir la droga, especialmente la pasta básica de cocaína, es a través de los consumidores habituales así como de los recicladores que trabajan por el distrito.