JAVIER LIZARZABURU
Kathrin Golda-Pongratz es una arquitecta alemana para quien Lima es un acertijo. Cuando decidió hacer su tesis de doctorado sobre esta ciudad, sabía en lo que se metía. “Es un lugar con múltiples capas de todo tipo, de historia, de gente, de arquitectura; algo que no se ve en Europa; con procesos de autoconstrucción y dinámicas de crecimiento muy rápidas. Las cosas cambian de un día a otro. La población llega buscando tierra, y todo va más allá de la planificación”. Desde entonces no ha dejado de volver para seguir investigando y para dar charlas. Esta vez está en Lima para hacer un taller sobre memoria urbana en el posgrado de Arquitectura de la UNI. Dice que esta es una deficiencia que no tomamos en serio.
“Lima construye destruyendo memoria”, precisa. Y parece que estamos tan acostumbrados a que se avance demoliendo que creemos no solo que es normal. De repente hasta pensamos que es lo aconsejable. “Acá todo es ruptura”, insiste, y lo que ella ve es tan distinto de lo que sucede en otras ciudades que se pregunta qué tipo de ciudad estamos construyendo. Para ella, como para todo arquitecto, el fin último de construir una ciudad es no solo otorgar servicios sino conseguir que sus habitantes se sientan bien, tengan eso que se llaman calidad de vida. Por eso no logra descifrar este acertijo.
MARCA Y MEMORIA La semana pasada presentamos los planes para la futura marca Lima , y el publicista Armando Andrade reconocía que aquí históricamente no solo se ha vivido de espaldas al mar sino “de espaldas a la propia historia”. Esto tiene un impacto determinado sobre el tipo de ciudad que estamos creando y sus posibilidades para conseguir calidad de vida. La teoría dice que allí donde niegas tus pasos, se cierran los caminos. Lima, en teoría, estaría destinada a hacernos infelices. A menos que hagamos algo para cambiar el rumbo.
En el taller que concluye mañana lunes con una presentación en las oficinas de Prolima, los participantes trabajaron en dos sitios: Pampa de Cueva, en el distrito de Independencia, y en Mesa Redonda, en el Centro Histórico. “Escogí estos lugares porque ambos son de origen prehispánico, con dinámicas contemporáneas muy rápidas, y esas capas de construcción esconden muy rápidamente las nociones de territorio”.
En el caso de Pampa de Cueva, es un sitio arqueológico del estilo de los templos en ‘U’, con una antigüedad de unos 3.000 años, del cual no queda casi nada. Las empresas eléctricas hace años instalaron dos torres de alta tensión sobre su pirámide central. Y sobre su plaza central, se levantó un colegio. Es como si ese pasado nunca hubiera existido.
En el caso de Mesa Redonda, tras el fatal incendio del 2001 se descubrió un sector del canal prehispánico de Huatica debajo de los escombros. El entonces INC lo cercó y puso una placa para reconocer la intangibilidad del lugar. A los dos años los comerciantes informales ya habían construido encima, y hoy hay un edificio, completamente ilegal, de seis pisos. “Está bien que haya cambios –dice Golda-Pongratz–, pero no hay que pisotear lo anterior”.
EXPERIENCIA EN COMAS La memoria urbana cumple funciones muy específicas. Si tuviéramos que resumir, se diría que sirve para diseñar mejores espacios públicos, para generar calidad de vida y para construir ciudades más amigables. Son todos los factores inmateriales que contribuyen a la felicidad urbana. Curiosamente, a unos kilómetros de distancia una profesora del distrito de Comas había empezado un proceso similar.
Haydeé Quispe enseña Historia en dos colegios del distrito y desde hace unos años dirige el Colectivo Colli, que busca recuperar la memoria de la cultura Colli que se desarrolló en la zona (aprox. siglos XII-XVI) y su más reciente experimento consiste en recoger las experiencias personales de los vecinos de una huaca desde que llegaron e invadieron el sitio, “porque esas memorias formarán otra capa a la historia que ya tenemos de la huaca y se puede crear un vínculo de pertenencia”, expresa. Para Quispe, el tema no solo es cultural sino que pasa por la misma experiencia de crear ciudad.
Según Golda-Pongratz, una ciudad que toma en cuenta sus distintas capas de historia no solo la hace más interesante y le da más valor inmobiliario (es lo que pasa con casi todas las ciudades europeas), sino que esta es una manera de generar ciudadanía. “Rescatar esas capas de las memorias puede servir para el futuro diseño o el replanteamiento de esos lugares”, afirma. En el caso de Mesa Redonda, “es una zona agobiante, llena de gente, y si se hubiesen respetado el espacio, la memoria, se habría integrado de otra manera, de repente creando caminos peatonales, siguiendo el recorrido del canal prehispánico, que lleva a que la gente se sienta mejor, comerciantes y clientes”, asegura.
PENSAR Y CRECER Los limeños, tal parece, tenemos un problema con la memoria. Aquellos casos, por ejemplo, que podrían ser buenos ejemplos no lo son. Como el Parque de la Muralla o Barranco. Para ella, trabajar la memoria es hacerlo de manera integral. En el caso del parque, comenta, se perdió toda conexión con el río y la supuesta muralla “es un pastiche recreado más para el turismo que para conectar con el pasado”. Y en Barranco, se ha alterado tanto la integridad del lugar que lo que queda no es tremendamente original. O como el futuro Parque del Migrante: “Es un absurdo, porque nadie quiere verse como migrante, y los que se sienten limeños no van a querer ir a ese parque”.
Por eso, sostiene, hay que pensar en el significado del pasado antes de tomar decisiones. Diseñar un espacio público debería ser más que poner una farola y un árbol. Ahí donde hay indicios de vidas pasadas, haríamos bien en incorporarlas. No solo para rendir homenaje al pasado, sino para crear espacios de felicidad urbana e incrementar el valor de los sitios. “Una ciudad es más interesante cuando conoce su historia”, finaliza Golda-Pongratz.
LA FICHA Nombre: Kathrin Golda-Pongratz Origen: Alemania. Profesión: Arquitecta y urbanista. Estudios: Universidad de Múnich, Alemania. Cargo: Profesora de Urbanismo. Universidad: Ramón Llull, Barcelona, España.
Nombre: Haydeé Lidia Quispe Contreras. Origen: Ayacucho-Lima. Profesión: Docente de educación primaria. Estudios: Universidad Garcilaso de la Vega, Lima. Cargo: Profesora de Historia. Colegio: Bertolt Brecht, Comas.